adolfo bioy casares
amor y odioMi relación con los hermanos Millán se extiende por buena parte de mi vida. Recién recibido de abogado les gané un pleito. Entiendo que los Millán quedaron en una mala situació
bajo el aguaCuando sané, por fin, de la hepatitis, el médico me recomendó que por unos días me fuera a las sierras, a la costa o al campo, a cualquier parte donde estuviera tranquilo y res
catónDurante años dije que Jorge Davel era un galán de segunda, imitador de John Gilbert, otro galán de segunda. A mi entender, el hecho de que tuviera tantos admiradores probaba la
culpaEsa noche, en el restaurante de siempre, nos reunimos cuatro amigos: Ricardo (el hermano de mi novia), Luis, Jacinto y yo. Desde nuestra mesa veíamos, a través de un panel de v
el amigo del aguaEl señor Algaroti vivía solo. Pasaba sus días entre pianos en venta (que por lo visto nadie compraba) en un local de la calle Bartolomé Mitre. A la una de la tarde y a las nuev
el brujo de los rielesYo fui bastante amigo de un señor Larrumbe que hacia mil novecientos treinta era jefe de la estación Pardo, del Ferrocarril Sud. Recuerdo que un día yo le pregunté si le pasaba
el camino de indiasRealmente yo estaba lejos de presentir que las notas reunidas para mi discurso en elogio del doctor Francisco Abreu y el diario que llevé durante mi último viaje, muy pronto me
el caso de los viejitos voladoresUn diputado, que en estos años viajó con frecuencia al extranjero, pidió a la cámara que nombrara una comisión investigadora. El legislador había advertido, primero sin alegría
el cuarto sin ventanasDespués de cinco o seis días en Berlín Oeste, me pregunté si Berlín Este no quedaba demasiado cerca, para emprender la vuelta sin verlo. Una discreta indagación, a través de co
el dueño de la bibliotecaFui bastante amigo del cura Bésero. Recuerdo que una vez le pregunté si a lo largo de la vida había escuchado en las confesiones alguna curiosa revelación. Me dijo que sí, y qu
el hombre artificialCuando nos vemos —lo que no ocurre frecuentemente— el misterioso e inventivo Selifán me da irrefutables pruebas de afecto. «Soy tu mejor amigo» alguna vez me dijo con no sé qué
el hospital del reinoPara asegurar la buena atención en el hospital del reino, Su Majestad ordenó que, dado de alta el paciente, quienes lo hubieran atendido pasaran por los mismos males; si habían
el navegante vuelve a su patriaCreo que vi Pasaje a la India porque en el título de la película estaba mi país. Al salir del cine, tomé el subterráneo —o Metro, como acá lo llaman— para ir a la embajada, don
el noúmenoProbablemente fue Carlota la que tuvo la idea. Lo cierto es que todos la aceptaron, aunque sin ganas. Era la hora de la siesta de un día muy caluroso, el 8 o el 9 de enero. En
el nuevo houdiniEl psiquiatra me preguntó: —¿Usted es el hermano? —El medio hermano —aclaré. —¿Se llevaban bien los dos? —Perfectamente. Yo pasé mi juventud a su cargo. Jacinto era conocido en
el relojero de faustoUn convenio La música de Los bandidos lo entristecía. No sólo estaba triste, sino enojado, lo que en las circunstancias era un poco ridículo. Odiaba las máscaras y odiaba los b
el último pisoLa comida sería a las nueve y media, pero me encarecieron que llegara un rato antes, para que me presentaran a los otros invitados. Llegué apresuradamente, sobre la hora, y, ya
encuentro en rauchEl jueves, a las ocho en punto de la mañana, debía presentarme en la estancia de don Juan Pees, en la zona de Pardo, para dejar concluida una venta de hacienda, la primera oper
esclavo del amorUsted lo sabe muy bien: a lo largo de toda la vida tuve una marcada predilección por Aurora Hertog. No me importa que algunos digan que ella me dominó siempre. Soy el primero e
estados de ánimoPrimero. Alborozo, un tanto pueril, de los cuatro amigos, en la casa donde se alquilan disfraces. Talvis elige el de Pierrot; Anita, el de Colombina; el rengo Condulmer, el de
explicaciones de un secretario particularDesde 1940 hasta el infausto día de su muerte mantuve con Evaristo Cárdenas —quien me legó su modesta casa y la totalidad de sus inventos— un trato diario por demás amistoso. C
historia desaforadaMientras me preparan el té (ojalá que venga bien caliente) voy a probar este grabador; sería lamentable que por negligencia mía o por inconveniente mecánico se perdieran las de
irseI —Al mundo lo hacemos entre todos —dijo un señor Fredes—. Por eso cada cual debe poner el hombro. D’Avancens preguntó: —¿Quién es mejor: una persona que por descreimiento se a
la cara de una mujerSoy un experto en cafés. Todo pretexto es bueno para que yo aclare, a quien quiera oírme, en qué ciudades hay cafés y en qué ciudades, para disgusto de gente como yo, no los ha
la colisiónComo todos, Villanueva sólo hablaba de la colisión, pero a los pocos días, por increíble que parezca, la olvidó, o pocos menos. Diríase que ese pavoroso fenómeno ya participaba
la estadíaCuando estuve en el Béarn, mis parientes me dieron infinitas pruebas de generosa hospitalidad. El jueves último llegó de Francia, para pasar unos días en el país, mi primo Juan
la estima de los otrosComo estoy algo enfermo, paso el día sentado en el living de casa. A ratos me duermo y quizá por ello de noche no tengo sueño. Harto de revolverme, angustiado, en la cama, voy
la rata o una llave para la conducta1. Lunes —Si fuera por mí no saldría nunca de esta casa —dijo el profesor. Se llamaba Melville y algunos lo conocían por el capitán, no porque fuera capitán, sino porque solía
la república de los monosCuando me enteré de que había llegado a Buenos Aires el doctor Johausen, reputado constitucionalista de Tres Arroyos, fui a visitarlo. Me encontré con un viejo flaco, muy tembl
la sociedad de gabónHacia mediados del XVII, la sociedad de Gabón llegó a un refinamiento extremo. Tan refinados eran que nadie se avenía a estudiar medicina ni a trabajar de enfermero. Se decidió
lo bueno, si mucho, es maloSuele merodear, como perro hambriento, por la calle Roberto Ortiz. Cuando lo veo, lo invito a comer o a almorzar gratis, en mi restaurante. No olvido que fue el dueño del resta
maneras de serEl primer episodio revelador ocurrió en el estudio donde trabajo, cuando mi ascenso —un hecho resuelto— se postergaba indefinidamente. Con el tiempo me vi envuelto en infinidad
máscaras venecianasCuando algunos hablan de somatización como de un mecanismo real e inevitable, con amargura me digo que la vida es más compleja de lo que suponen. No trato de convencerlos, pero
mi socioDijo que se apellidaba Rattigan, pero ahora no estoy seguro de que se llame así. Lo teníamos por anglo-porteño, sin preguntarnos de dónde provenía, de Inglaterra o de Irlanda.
nuestro viaje (diario)Selección, prólogo y epílogo de F. B. Prólogo El gerente de la casa Jackson me había dicho que estaba preparando una colección de diarios de viaje y que si yo tenía alguno se l
oswalt henry, viajeroEl viaje había resultado agotador para el hombre (Oswalt Henry) y para la máquina. Por una falla del mecanismo o por un error del astronauta, entraron en una órbita indebida, d
otro punto de vistaSueño que entro en la sala de un cinematógrafo. En las primeras filas hay espectadores de cabeza muy grande; entiendo que son dioses y que el film que ven es la vida. Sentado e
otro soñadorVolvía de Claromecó en ómnibus. El señor que estaba sentado a mi lado me dijo de pronto: —Como es probable que nunca volvamos a vernos, voy a contarle una historia que me afect
ovidioPor lo general invento mis relatos, pero si alguien me refiere uno que me parece bueno lo acepto con gratitud. Noches atrás, en el club Buenos Aires, mi amigo Arregui me contó
planes para una fuga al carmeloAl profesor lo irritaba la gente que se levantaba tarde, pero no quería despertar a Valeria, porque a ella le gustaba dormir. «Pone mucha aplicación», pensó, mientras contempla
rescateDormía en la cama donde siempre había dormido con su mujer. Seguía ocupando el lado izquierdo del colchón, como si la mujer ocupara el derecho. La verdad es que, a pesar de est
tres fantasías menoresMargarita o El poder de la farmacopea Tus triunfos, pobres triunfos pasajeros (Mano a mano, tango) No recuerdo por qué mi hijo me reprochó en cierta ocasión: —A vos todo te sal
tríoI Johanna Tal vez porque me gustan los libros de memorias, quiero escribir uno, pero en cuanto me pongo a recordar, me pregunto ¿a quién voy a divertir con esto? No fui a una g
tripulantesA lo largo de numerosas travesías, los tripulantes del Grampus Dos trabaron amistad. Recordaré los nombres de algunos de ellos: Juan Istilart, Raimundo Gómez, Parker, Nicolás B
un amigo de morfeoMe casé con una divorciada. Recuerdo que durante el noviazgo insistía en preguntarme si yo me dormía a cualquier hora. —A la noche, nomás —yo le contestaba. —Durante el día ¿nu
un amigo insólitoEn los años de la crisis yo era muy joven, estaba muy pobre y buscaba trabajo. Nunca olvidaré la mañana en la que leí en el diario un aviso por el que se pedía un casero para u
un buen partidoEn La Colorada, un caserío del sur de la Provincia de Buenos Aires, el joven Lorenzo García Gaona, un poco sordo pero pletórico de juventud, salió de la fresca penumbra del cua
un departamento como otrosAl día siguiente de que lo contratara la Aseguradora Internacional, Martelli debió informar sobre el departamento del piso 19 en una casa de la Avenida Montes de Oca. Se tratab
un sueño en cinco etapasAvellaneda, 1º de enero. Emprendo la redacción de este diario, para dejar constancia del período excepcional que estoy a punto de vivir. Tras un viaje, sobre el que no me hago
un tigre y su domadorSoy hija de una prestidigitadora y de un acróbata. Nací, y viví siempre, en el circo. Estoy casada con un domador de fieras. Tengo un don probablemente excepcional. Basta que a
un viaje inesperadoEn la desventura nos queda el consuelo de hablar de tiempos mejores. Con la presente crónica participo en el esfuerzo de grata recordación en que están empeñadas plumas de mayo
una competenciaComo ustedes lo saben, yo siempre he querido vivir largamente. Por eso, con el pretexto de que trabajo en Última Hora, visité a Eufemio Benach, en ocasión de su cumpleaños núme
una invasión - trascendidos policialesEn el café de Cevallos y Moreno, el subcomisario Julio Bruno conversaba con el subcomisario Horacio Ruzo Camba. Como siempre, se quejaban de que no les llegara el ascenso. —Hay
una magia modestaMi hermano Pedro es mujeriego; yo milito en las Brigadas pro Moralidad y Familia. Hay que admitir que Pedro tiene mucha soga: no me guarda rencor por mis continuos reproches; c
una muñeca rusaLos males de mi columna me retuvieron en un largo encierro, interrumpido únicamente por visitas a consultorios, a institutos de radiografías y de análisis. Al cabo de un año re
una puerta se entreabreEn mi dormitorio hay un armario de tres puertas. La central, que es la mayor, tiene un enorme espejo. Durante el día mi sobrina me visita, para lavar, planchar y cocinar. Cuand
vaivén frenéticoEn las narraciones referidas a los hechos de la infancia hay una suerte de complacencia dulce que siempre me disgustó. Imaginen mi perplejidad: ahora contaré una de esas histor