PAÍS RELATO

Autores

adolfo bioy casares

maneras de ser

El primer episodio revelador ocurrió en el estudio donde trabajo, cuando mi ascenso —un hecho resuelto— se postergaba indefinidamente. Con el tiempo me vi envuelto en infinidad de situaciones desagradables. Gente misteriosamente ofendida se apartaba de mí, lo que me traía disgustos y, en ocasiones, perjuicios económicos. Me llegó el rumor de que el responsable de todo eso era un individuo cetrino, flaco, encorvado, muy activo por las noches, y de temperamento rencoroso. Me pregunté por qué se encarnizaba conmigo. La explicación que se me ocurrió es bastante absurda, pero, en verdad, no veo otra. ¿Me odia porque soy rubicundo, un poco gordo y de temperamento benévolo? Salí a buscarlo en ese momento previo al sueño, en que no estamos despiertos ni, todavía, dormidos.
—Quiero hablarle —dije. O tal vez dijo. Pensé: «¿Qué puede importarme lo que quiera decirme ese otro yo tan manso como bobo? Lo desprecio demasiado para preocuparme por él. No tengo que matarlo. Basta la presencia del fuerte para que el débil desaparezca».
Me vi en el espejo. Ya no estaba ahí el gordo de nariz respingada, de tez rubicunda y de sonrisa bonachona. Había en su lugar un hombre flaco, un tanto encorvado, de piel cetrina y de nariz aguileña. Un hombre al que no quisiera tener de enemigo.