PAÍS RELATO

Autores

adolfo bioy casares

la república de los monos

Cuando me enteré de que había llegado a Buenos Aires el doctor Johausen, reputado constitucionalista de Tres Arroyos, fui a visitarlo. Me encontré con un viejo flaco, muy tembloroso, tostado por el sol. Venía del corazón del África donde pasó una larga temporada, junto a monos de esa raza tan comentada últimamente en algunas publicaciones, porque habría desarrollado aptitudes poco menos que humanas. Como amigo de los animales y viejo lector de la obra de Benjamin Rabier, me interesaba lo que el doctor Johausen tuviera que decir acerca del intelecto de los monos. Desde luego corroboró cuanto yo había leído al respecto. Estaban informados por diarios, radio y televisión, de las nuevas corrientes de la opinión mundial y habían montado una República provista de los tres poderes. En conversaciones privadas, como en declaraciones públicas, se mostraban abiertos al cambio de ideas, contrarios al autoritarismo y, por regla general, a la violencia. Pregunté a Johausen qué lo había impulsado a emprender una excursión más propia de un etnólogo, o de un etólogo, que de un constitucionalista.
—Quizá debí pensar en lo que usted ahora me dice —contestó— pero fue por mi condición de constitucionalista que me invitaron.
—Una iniciativa que honra a los monos —puntualicé.
—Prefiero pensar que me honra y que honra a Tres Arroyos. Me llamaron para que diera un diagnóstico. Estaban empeñados en averiguar por qué, al amparo de instituciones tan sabiamente planeadas (son un calco de las nuestras), cayeron en la decadencia y en la miseria. La situación, por lo insólita, me pareció estimulante. Me aboqué a su estudio. Después de año y medio de trabajo dilucidé el enigma y tuve que huir, en plena noche, para que no me mataran.
—¿No dijo usted que son contrarios a la violencia?
—Lo son. De modo general lo son, pero viera cómo se disgustaron cuando les dije que habían fracasado porque eran monos.