PAÍS RELATO

Autores

adolfo bioy casares

el dueño de la biblioteca

Fui bastante amigo del cura Bésero. Recuerdo que una vez le pregunté si a lo largo de la vida había escuchado en las confesiones alguna curiosa revelación. Me dijo que sí, y que me la contaría, por aquello de que se nombra al pecado, pero no al pecador. Un fiel de su parroquia, hombre tan orgulloso como ignorante, a lo largo de los años había reunido una importante biblioteca. Bésero le hizo la clásica pregunta:
—¿Es usted muy lector?
—No leí ninguno de estos libros —exclamó el hombre—. Ninguno.
Con sorpresa advirtió Bésero que los ojos de su interlocutor estaban humedecidos por lágrimas.
—¿Por qué? —inquirió.
—No sé. Usted perdona mis pecados, pero algo o alguien no me perdona. Me castiga, quizá, porque soy orgulloso. Un castigo que me rebela. Mire: tomo al azar cualquier libro de esta biblioteca.
Lo entreabrió. Le hizo ver las páginas.
—¿Qué tienen esas páginas? —preguntó Bésero—. Son como las de cualquier libro.
—Efectivamente. Cubiertas de letras ¿no es verdad?
—Sí, cubiertas de letras.
—Fíjese lo que pasa cuando yo quiero leer. Es para volverse loco. Mire, de nuevo, el libro.
El hombre lo abrió, como para leerlo. Miró Bésero y vio que las páginas estaban en blanco.