Primero. Alborozo, un tanto pueril, de los cuatro amigos, en la casa donde se alquilan disfraces. Talvis elige el de Pierrot; Anita, el de Colombina; el rengo Condulmer, el de Arlequín. Los tres amigos mencionados convencieron al viejo Mocenigo para que se resignara al de Polichinela.
Segundo. Los amigos concurren al baile de disfraz del teatro Ópera. El viejo Mocenigo piensa que estar ahí es un error para él y para todos los de su edad. Ha perdido contacto con sus amigos que, llevados por el torbellino de la fiesta, lo dejaron solo, en la desocupada boletería, en el foyer. Desde allí ve a un arlequín rengo que viene de la sala del teatro para entrar en el baño de los hombres. Luego Mocenigo observa, con ligero asombro y con una sonrisa, que el mismo arlequín sale del baño de los hombres y entra en el de las mujeres.
Tercero. Gritos, un tumulto, en las puertas de los baños. Por no tener nada mejor que hacer, Mocenigo acude para averiguar qué sucede. En el baño de los hombres, en el suelo, yace muerto un pierrot. Alguien le quita el antifaz. Como lo presintió Mocenigo, el muerto es Talvis. En el baño de mujeres, tirada en el suelo está Anita, muerta. Aunque no puede creerlo, Mocenigo sospecha que el arlequín asesino es Condulmer; pero, como dije, no puede creerlo y prefiere pensar que es otro arlequín, que para culpar a Condulmer, rengueó. Muy triste y abatido se va a su casa.
Cuarto. En el entierro de Talvis y de Anita, Mocenigo encuentra a Condulmer tan apenado que no duda de su inocencia. Para no creer en ella tendría que pensar que al disfrazarse de arlequín, Condulmer cambió de personalidad, se convirtió en un malvado.
Último. En la noche del Miércoles de Ceniza, Mocenigo sale a caminar, para cansarse y tener sueño en el momento de ir a la cama. Sin pensarlo, llega cerca del teatro Ópera; recapacita y se aleja hacia el barrio sur, donde a esa hora no hay un alma. Sin saber por qué, se pregunta si lo siguen. Se vuelve. Lo sigue un arlequín rengo. Tanto como sus años le permiten, Mocenigo apura el paso. De nuevo se vuelve. El arlequín rengo también apura el paso.