francisco garcía pavón
desde el balcónCuando volvía mi padre del trabajo a eso de la una, si hacía buen tiempo, nos asomábamos al balcón del comedor. Él se ponía de brazos sobre la baranda, y mi hermano y yo, a su
el enseñadorMe lo propuso muchas veces, pero me daba vergüenza, y hasta aquel sábado no dije que sí. Y siempre me lo decía el mismo chico: uno de la boina con el rabo largo, que no me acue
el fordYo creo que cuando nací ya estaba en casa el Ford color verde aceituna. Por las tardes de verano, en medio del patio, Emilio —que era el chófer— lo lavaba con una esponja y una
el hijo del héroeEra una noche de verano, y en el porche de las columnas de piedra que tienen dragones en los capiteles, estábamos mi madre y yo. Ella bordaba y yo jugaba con la gata Atenea… Mi
el niño cuenta cómo era una calle que vioYcomo era por la noche y había llovido, el suelo de asfalto brillaba mucho, como una mesa barnizada. Y se reflejaban en él las luces de los semáforos: verdes, rojas, amarillas;
el perchero de árbolEn la alcoba de mis padres había un perchero de árbol. Estaba en el rincón opuesto a mi cuna, entre el balcón y la puerta de «la alcobilla». Los ganchos curvados del árbol, dur
el sarampiónYpusieron en las bombillas y en los balcones de la alcoba de mamá papeles colorados; y colocaron cada una de nuestras camas a un lado de la cama grande porque los dos hermanos
el segundo muerto…El primero —mejor dicho, la primera— fue la abuela Manuela. De su muerte sólo recuerdo una anochecida, cuando el médico, al lado de la cama, le hacía señas muy tristes a mamá
el tío de américaCuando la Tala me abrió la puerta de la calle para que me fuese a la escuela, casi topé con dos señores que venían hacia casa. Uno era bajo y regordete, sin corbata y con boina
himno al ahorro…Yla gente creía que todas las escuelas nacionales del pueblo celebraban el día del ahorro porque acababan de poner en Tomelloso una sucursal del Banco Popular de los Previsore
historia de una tarde antiguaYo debía estar malucho aquel día, porque me recuerdo sentado en el balcón, con un «tebeo» delante, en esas horas de la tarde que no hay nadie por la calle. Los niños no habían
la chacha ramonaYcuando mamá le decía: —Ramona, ¡vaya unas formas que tienes de contestar! Ella torcía el morro a escondidas, como diciendo: «Yo contesto como me da la real gana». Y cuando mam
la invención del paraguas pequeñitoYun día el cielo amaneció sucio y entelarañado de gris. Desde el balcón se veían las nubes plomizas pasar veloces, una tras de otra, a no se sabe qué cita lejana… Y algunas muj
la matanzaI El día antes de la matanza, siempre era sábado y jugando por el patio veíamos hacer los preparativos. En el porche, la abuela y las chicas fregaban la máquina de hacer choriz
la miss–Mamá, ¿para qué queremos esa miss que dice papá que va a venir? —Para que te enseñe inglés, hijo. —¿Para que me enseñe inglés? —Sí. —¿Es un libro una miss? —No, hijo. Una miss
la muchacha de casaCuando papá y mamá marcharon a Madrid para que los médicos curaran a mi hermanillo el que se murió, me quedé sólo con Társila, la muchacha. Comíamos y cenábamos en casa de la a
la oración de san jerónimoNos acostábamos a las diez en invierno y a las doce en verano. La Tala en la cama de hierro, yo en la de madera. Y entre los dos había un biombo de tela amarilla con pájaros az
la prohibiciónLa primera vez que me llevaron a Madrid fue para que los médicos del corazón viesen a mamá, que cada día nos miraba con los ojos más pensativos. Nos llevó el tío Luis en el coc
la temporadaSiempre la veo —es el recuerdo que más me visita— por la calle de la Independencia arriba, embalada sobre sus botitas negras de pana lisa. Y con el pelo blanco bien recogido at
nuevas de rositaCalculo que llegué a la media tarde del día siguiente de saludar a Rosita. Y por esas inercias del cerebro, esté donde esté, más que en otras figuras señeras o inconmensurables
the hallEmpezaron a alejarse las figuras que rodeaban su cama, entre una niebla rojiza. La lámpara de la alcoba parecía subir… irse al cielo. Algo sutil se escapaba de su carne, como u
trilogíaPrimero Entre sueños me pareció oír que papá pasaba a la alcoba, que despertaba a Tala y que hablaba en voz baja con ella. Poco después noté que salía papá, y al poco Tala con
una tarde lentaSí, fue una tarde lenta. De esas tardes acongojadas, anchas, sin orillas… remolonas. Él era entonces un niño, un niño peinado con valiente tupé. «¡Qué lindo tupé te hace tu mad
¡oh! yes, eleni, ¡oh! yesEleni entró de niñera en noviembre del pasado año. Llegó reseca y negra por los soles de agosto, cuando estuvo espigando con su padre. Y por los soles de septiembre, cuando en