PAÍS RELATO

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a. m. vozmediano

coches sin caballos
Don Leandro era un poco cascarrabias, y estaba orgulloso de ello. Recorría la ciudad con su simón de dos plazas, alquilado por lo general a industriales y hombres de negocios d
el agujero
¿Habéis soñado alguna vez que vais caminando por la calle y, de repente, el suelo se abre a vuestros pies y os caéis en un agujero? Yo sí, muchas veces. Siempre me despierto so
el guardián
Avancé a tientas un rato, con el corazón latiéndome a toda velocidad. No sé si habéis tratado alguna vez de caminar a oscuras por un lugar desconocido. Pero a oscuras de verdad
el hombre del pergamino
El sol se ponía y el viajero estaba cansado. Había perdido su mula hacía dos lunas y llevaba todo el día caminando. Vio alzarse una venta lúgubre frente a él, en el lugar donde
el veredicto
—A lo mejor se ha estropeado el mecanismo —dijo Kibwe. —¿Estropeado? —dije yo, enfadada—. Te has puesto a echar cosas en ese saco y lo has fastidiado todo. —Deja de echarme la
la chica de la camisa blanca
Se llamaba Margarita y corría como nunca antes lo había hecho. No era la primera manifestación ilegal a la que acudía, desde luego. No podías estar en la universidad y mantener
la oficina de los sueños perdidos
Me encontré en una habitación muy grande, o más bien una especie de almacén. Las paredes estaban revestidas con estanterías en las que se acumulaba un revoltijo imposible de pa
la planta 20.237
Las puertas del ascensor se plegaron de fuera a adentro. Primero la que se abría hacia arriba, luego la que se abría hacia abajo y luego la que se abría hacia la derecha. Despu
las tres pruebas
Había una luz azulada al fondo. Sin soltarnos de la mano, caminamos hacia ella. La claridad se fue haciendo cada vez mayor hasta que pudimos ver que nos encontrábamos en una gr
laura y kibwe
Cuando salí del ascensor y llegué de nuevo a la Oficina de los Sueños Perdidos, en la planta baja de aquel edificio tan particular (eso supuse, y por esa razón pulsé el botón 1
mínimos y máximos
El pasillo era largo y oscuro. Una débil luz, procedente de no se sabía dónde, lo iluminaba lo suficiente como para ver a un par de metros de distancia. Más allá de eso se exte
nada está escrito para siempre
Me desperté empapada en sudor y necesité un buen rato para convencerme a mí misma de que no estaba soñando. Mi mano y la de Kibwe ya no estaban anudadas y por un instante sentí
segunda oportunidad
La muchacha estaba en lo alto de una colina. Miraba al horizonte mientras el sol se ponía a lo lejos. Era muy joven, casi una niña, pero en su rostro cobrizo y en sus manos ásp
zona cero
Florence Kinsay corría por los pasillos del Centro de Investigación Avanzada con las mejillas encendidas. Los que se cruzaban con ella, doctores con batas blancas, ayudantes de