aldo coca
aventuras de andrea1 Andrea tenía apenas veinte años y era alto, esbelto, con la piel dorada, los cabellos ensortijados y rubios, algo largos y alborotados, y los ojos azules, destellantes y acus
el castigoSe llamaba Ernesto. Era católico, apostólico católico y romano, pero ni feo ni sentimental, sino bastante agraciado y, naturalmente, delator. Era acérrimo defensor de la moral,
el hotelitoEra un hotelito que parecía olvidado, allí, en medio de lo que antes había sido un barrio habitado por pequeños burgueses y que lo era ahora por vestigios de una clase media gr
el pastorcilloLa idea se le ocurrió de repente un mediodía de junio. Tenía poco más de dieciséis años y era de tez morena, delgado, no muy alto, con el pelo negrísimo y revuelto, y unos ojos
nefandeces1 Régulo no sabía cuánto tiempo llevaba en aquella especie de mazmorra húmeda, vagamente iluminada por un ventanuco abierto en lo alto de la pared, cubierta de grafitis en su m