fourati
En Montreux, junto al lago Leman, atrajo nuestra atención una señora sentada en un banco del parque, en la orilla, la cual, de cuando en cuando, recibía y despedía otra vez en ese mismo banco a los más variados visitantes, sin moverse lo más mínimo. En dos ocasiones, un coche se detuvo ante ella en la orilla y un joven uniformado bajó y le trajo periódicos, yéndose luego otra vez con el coche, y pensamos que debía de ser su chófer privado. La señora se envolvía en varias mantas de lana; calculamos su edad en mucho más de setenta. A veces saludaba con un gesto a alguien que pasaba. Probablemente es una de esas suizas ricas y distinguidas que viven en invierno junto al Leman, mientras sus negocios prosiguen en todo el resto del mundo, pensamos. La señora era realmente, como nos informaron muy pronto, una de esas suizas riquísimas y distinguidísimas que pasan el invierno junto al Leman; desde hacía veinte años estaba paralizada de medio cuerpo y, durante esos veinte años, se había hecho conducir casi a diario por su chófer a la orilla del Leman, haciendo que la dejara siempre en el mismo banco y le trajera periódicos. Montreux le debe, desde hace decenios, el cincuenta por ciento de sus ingresos fiscales. El famoso hipnotizador Fourati la hipnotizó hace veinte años y no pudo librarla ya de su hipnosis. Con ello, Fourati no sólo destruyó para siempre la vida de esa señora, sino también, como es sabido, la suya propia.