cambio
El pensador, del que se afirma que piensa día y noche y hasta en sueños, fue un día a Vöcklabruck y, después de haber preguntado en la Plaza Mayor por algún excelente hostal, llegó al Urogallo, famoso en todas partes, en el que la cocina, según se dice, es la más fiable de toda Austria. Tampoco el pensador se sintió decepcionado del Urogallo, al contrario, la comida y la bebida eran mucho mejores aún de lo que había esperado y no pudo menos de invitar al hostelero, con el único fin de elogiarlo. Después de haber alabado el pensador al hostelero en términos tan elogiosos como no había utilizado con nadie en su vida, se le ocurrió de pronto la idea de si no sería mejor vegetar en lo sucesivo no como pensador, sino como hostelero, y le propuso bruscamente al hostelero del Urogallo si quería cambiar con él. No había terminado el pensador de formular su propuesta cuando el hostelero del Urogallo prestó, efectivamente, su consentimiento. El hostelero del Urogallo, como si fuera el pensador, se fue al ancho mundo y el pensador se quedó en el Urogallo, como si fuera el hostelero. Como es natural, ni el hostelero ni el pensador funcionaron a partir de ese momento.