PAÍS RELATO

Autores

rafael pérez llano

la prueba de turing y el muro de la simetría

-Esto es un poco…
-¿Penoso?
-Sí. Quizá sea esa la palabra… El caso es que me han encargado que determine si es usted una máquina.
-Es curioso. A mí me ocurre lo mismo. He recibido el mismo encargo.
-¿Me está diciendo que cree que yo soy una máquina?
-No. No he dicho eso. Y prefiero no creer nada. Detesto los apriorismos. De momento sólo cuento con los hechos. Usted está frente a mí en una órbita atípica. Las radios sintetizan nuestras voces de igual manera y yo tengo que decidir si usted es humano o no. En caso negativo, no puedo permitir que siga su camino.
-Ya veo. Esas afirmaciones son válidas para ambos, aunque no acepto que considere mi órbita extraña…
-En todo caso, deduzco de sus palabras anteriores que usted va a intentar convencerme de que es un ser humano y que se propone descubrir en mí una supuesta condición de máquina. Pero nada me obliga a aceptar como principio que es usted una inteligencia biológica. De hecho, su precipitación en afirmar que no lo es me resulta sospechosa.
-Nadie se precipita al manifestarse como lo que es.
-No estoy de acuerdo. Los humanos siempre estamos tratando de ocultarlo.
-Ese es un sofisma casi delator; parece propio de un ordenador barato. Sólo pregunté si usted pretendía afirmar que yo soy una inteligencia artificial. Digamos que me sorprendió que el objeto de mi estudio pretendiera estudiarme.
-Algo muy humano, esa sorpresa, ¿no le parece? Por no hablar del orgullo.
-Sí, claro, puesto que soy humano.
-Estereotípicamente humano, diría yo. Muy probablemente, una máscara para ocultar un robot, ya que todo disfraz suele estar hecho de lugares comunes.
-¿Sabe usted lo que son los koan?
-¿Es esa la pregunta sorpresa de su protocolo de prueba? Creo que es algo zen y algo absurdo a la vez. Preguntas sobre árboles que caen sin testigos y manos que aplauden.
-Cuando reparas en algo dejas de arrojarte al todo.
-Pero eso es de San Juan de la Cruz. Me parece que hemos estudiado en las mismas escuelas.
-O su programador y yo compartimos lecturas.
-No hay tal programador. Soy producto del esfuerzo. Lo que usted quizá considere una entidad imperfecta que pierde constantemente energía en forma de excrementos. ¿No lo dicen así las máquinas?
-Me parece que usted lo sabe mejor que yo. Pero, dígame, por favor, si está tan convencido de que yo no soy humano, ¿por qué no me destruye sin más? Creo que no lo hace porque presiente que puedo ser una máquina, es decir, un semejante suyo.
-El mismo razonamiento sirve a la inversa, ¿no cree? Pero, si concluye que soy una inteligencia artificial, ¿qué hará?
-Yo no hago nada, excepto informes. Usted no ha negado otras posibilidades más destructivas. Por otra parte, está usted fuera de mi alcance.
-¿Eso es un dato sobre la capacidad de sus misiles?
-No me refería a eso. Quiero decir que no soy yo quien toma las decisiones.
-Bien. Yo tampoco tomo las decisiones.
-Entonces, ¿por qué no consulta a sus superiores? Estamos en órbita de colisión y el tiempo comienza a apremiar. ¿O es que no teme usted por su vida?
-No me ponga trampas fáciles. No puedo comunicar: sus espías referenciarían la llamada y saldrían de dudas. Sabrían a ciencia cierta que soy humano y usted podría destruirme.
-De todos modos, vamos hacia la destrucción mutua asegurada.
-Sí. Uno de los dos deberá apartarse.
-Sabe que si somos máquinas no lo haremos a menos que estemos seguros, y en ese caso uniremos nuestras rutas. Si somos humanos, lo haremos al mismo tiempo, en cuanto los ordenadores de la nave adviertan del punto crítico de la colisión, y descartando la posibilidad de que seamos dos suicidas. Por último, si uno de los no es humano, ése será el que no se aparte, y entonces se habrá salido con la suya… A no ser, claro que el único humano sienta un gran desprecio por su propia vida, lo cual le puedo asegurar que no es mi caso.
-Ni el mío. Pero tampoco hay que desdeñar la intervención del azar.
-Tampoco.
-Y el último escalón sería que la máquina sintiera una sensación inexplicable, no programada, pero integrada en los circuitos por la experiencia y asociada a diferentes estados de sus interrupciones, que variaran a velocidad lumínica del frío al calor y se resumieran en un nueva percepción del vacío.
-¿El miedo?
-Sí. El miedo.