-1-
Eran las nueve de la noche del 23 de abril de 1999 y Ander, tras salir de la oficina, se dirigió hacia casa. Estaba feliz ese día. Era su cumpleaños y una rica cena, que su novia le había prometido preparar como regalo, le esperaba en casa.
Amaia era un encanto. Llevaban cinco años viviendo juntos y jamás se había enfadado con ella. Le cuidaba mejor que su propia madre, cosa que le parecía impensable cuando decidió dejar el nido familiar.
De camino a casa, se encontró con su amigo Aitor y se vio obligado a tomar algo con él.
—¡Tenemos que celebrar tu cumpleaños! —dijo el amigo.
Al ver la cara de Ander, este tuvo que insistir.
—No estaremos mucho rato…
Ander cedió y lo que en principio iba a ser una cerveza, finalmente fueron dos. Antes de la tercera, ya eran casi las diez de la noche. Se libró de su amigo como pudo y, por fin, se marchó a casa.
Cuando abrió la puerta, quedó sorprendido por el silencio y la oscuridad que había allí. Todas las luces estaban apagadas y no se oía ni un mínimo ruido.
Entonces cayó en la cuenta, Amaia le había preparado una fiesta sorpresa.
No hubo fiesta, pero sí que hubo sorpresa. Aunque no la que él se esperaba.
-2-
Ander se acercó sigilosamente al salón, preparado para escuchar un "¡Sorpresa!", pero lo que se encontró fue algo terroríficamente inesperado. Un cuerpo yacía en el suelo del salón. Era Amaia, su novia, rodeada por un charco de sangre.
No se pudo ni acercar. La impresión de lo que estaba viendo, le produjo una sensación de bloqueo que le nubló la vista, perdiendo finalmente el conocimiento.
Cuando Ander despertó, recordó lo que había ocurrido al llegar a casa y se exaltó.
Pero algo le desconcertó. Lo último que recordaba era que al desmayarse estaba en el salón y en esos momentos se encontraba en la cocina. Rápidamente se dirigió al salón. Lo encontró como siempre, sin rastro de Amaia, ni de sangre, ni de nada que indicara que allí se había perpetrado un asesinato. En estado de ansiedad, comenzó a buscar a su novia por toda la casa, pero Amaia había desaparecido.
Desorientado y desconcertado, salió de la casa gritando desquiciado su nombre y empezó a buscarla por la calle. La gente le miraba como si estuviera loco, pero él no cedía en su empeño.
Tras recorrer todo el camino que su cuerpo le permitió, rendido y agotado, decidió sentarse en el suelo para recobrar el aliento, intentar tranquilizarse y pensar con claridad; pero su cabeza le decía que no podía quedarse quieto. Cuando recuperó algo de energía, se reincorporó y comenzó a caminar sin rumbo.
De pronto, sintió que una presencia le perseguía. Pero no tuvo tiempo de mirar atrás, un fuerte dolor se adueñó de su cabeza, desplomándose por segunda vez en una misma noche.
-3-
Aquella segunda vez, al despertar, no se encontraba ni en la cocina ni en el salón de casa. Tampoco en medio de la calle, donde él recordaba haberse desmayado. Tras aclararse la vista, se dio cuenta de que se encontraba en un bosque, el cual, finalmente reconoció. Era el bosque que se hallaba al otro lado del cementerio. Había jugado allí mil veces cuando era pequeño.
No sabía cómo había llegado hasta allí y el dolor de cabeza persistía, esta vez con mayor intensidad.
Todo estaba muy oscuro pero, en medio del silencio, escuchó una voz de un hombre hacia la que se dirigió en busca de ayuda. Cuando llegó hasta ella, entre unos árboles, pudo apreciar la figura de lo que parecía ser un cura que celebraba un entierro. Sorprendido, miró el reloj. Eran las doce de la noche. Todo se volvía cada vez más extraño. Su novia había aparecido muerta, él se había desmayado en dos ocasiones y ahora un cura celebraba un entierro a las doce de la noche. Entonces recordó algo que su novia Amaia le dijo una vez.
—Cuando muera quiero que me enterréis a medianoche, cuando un día acaba y el otro comienza. Siempre me ha parecido mágico —dijo ella.
—Eso es una locura, ningún cura hará eso —le respondió Ander.
Sudando y con su corazón palpitando como si una bestia estuviera a punto de atraparlo, decidió acercarse lentamente a la escena, momento en el que el cura dijo el nombre de su novia, Amaia, a la que despedía con mucho pesar.
-4-
Mareado, dolorido y al borde del colapso, siguió avanzando y pudo ver que, entre las personas que acompañaban al cura en el entierro, se encontraban muchos de sus conocidos. Los padres de Amaia, la hermana de esta, amigos comunes de ambos, compañeros de trabajo de su novia...
Indeciso entre avanzar o escapar de algo que parecía la peor pesadilla de su vida, hizo un pequeño movimiento que llamó la atención de uno de los apenados familiares. Era la madre de Amaia, que al darse cuenta de la presencia de Ander, comenzó a gritar rota de dolor.
—¡Ahí! ¡El asesino de mi hija! ¡Es él!
Los gritos de la madre de Amaia provocaron que una avalancha de personas comenzara a correr hacia Ander, eliminando cualquier indecisión que él tuviera. Solo había una opción; huir de allí lo más rápido posible.
-5-
Ander corrió hasta la saciedad. Aunque su energía iba decayendo, consiguió llegar hasta la entrada de su casa. Allí, se dio cuenta de que, lamentablemente, ya no era un refugio, sino el horrible lugar en la que hacía unas horas había encontrado muerta a su novia.
Tras asegurarse de que no había nadie que le persiguiera, se dispuso a entrar en su casa, pero un fuerte dolor le paralizó. Primero cayeron sus llaves, después él.
En el tercer despertar de lo que parecía ser la noche más larga y horrible de su vida, volvió a encontrarse en casa, esta vez en su habitación y con una carta entre sus manos. La letra le resultaba familiar, pero los nervios y lo extraño de la situación no le permitían relacionarla con nadie. Decidió leerla:
"Hola Ander. Sé que no entiendes nada de lo que está ocurriendo y sientes que es la noche más extraña de tu vida, pero todo tiene una explicación. Enseguida descubrirás qué te ha pasado y por qué… solo tienes que seguir leyendo."
-6-
"Mientras celebrabas tu cumpleaños con tu amigo Aitor, alguien entró en tu casa y mató a tu novia. Ese alguien era su propia hermana, Ane.
Cuando llegaste a tu casa, Ane todavía seguía allí, pero se lo pusiste muy fácil cuando perdiste el conocimiento. Contigo desmayado, tuvo tiempo de mover el cuerpo de su hermana, limpiar la sangre y trasladarte hasta la cocina. Por ese motivo te despertaste allí.
Utilizando las llaves que te quitó de tu pantalón, usó tu coche para trasladar el cuerpo de tu novia hasta tu despacho en la oficina. Después, alertó a la policía sobre una discusión violenta que había oído cerca de allí.
Pero Ane se dio cuenta de que había cometido un error…
Al limpiar la sangre de tu casa, se quitó un anillo que, debido a las prisas, se le resbaló de la mano y rodó hasta debajo del sofá. Decidió recuperarlo al terminar, pero los nervios le jugaron una mala pasada y lo olvidó allí. Cuando se dio cuenta, no tuvo otra opción, tenía que volver a tu casa. No podía permitirse dejar allí algo que la conectara con el asesinato.
Lamentablemente, en su vuelta a la escena del crimen, volvió a encontrarse contigo. Tú ya habías recuperado el conocimiento y vagabas por la calle. Tus gritos buscando a Amaia llamaron su atención y en un momento en el que te giraste, vuestras miradas se cruzaron.
Sí, sé que tú no la viste, pero ella pensó que sí y decidió eliminar cualquier testigo que pudiera jugar en su contra. Cuando tuvo la oportunidad, volvió a golpearte por detrás para hacerte caer de nuevo, esta vez con más fuerza. Ella fue la que te llevó hasta el bosque situado cerca del cementerio, un rato antes del entierro, y te abandonó allí creyéndote muerto."
En ese momento, Ander se dio cuenta de que algo no encajaba. El funeral de Amaia no podía haberse celebrado el mismo día de su asesinato, y mucho menos dos horas después de que él llegara a casa.
Con un rápido vistazo a su reloj comprobó que eran casi la una de la madrugada y empezó a echar cuentas. Se despidió de Aitor cuando eran cerca de las diez y cuando despertó en el cementerio eran las doce. En ese instante, su subconsciente le recordó algo que había visto solo unos segundos antes.
Aterrado por lo que presintió que iba a ocurrir, dirigió su mirada hacia el cuadrado en el que su reloj analógico mostraba la fecha. Un sudor frío le recorrió el cuerpo al ver que no marcaba el día veintitrés, sino el treinta.
-7-
Asumiendo que la trampa organizada por la que hubiera sido su futura cuñada había surtido efecto, y sin saber el porqué del asesinato, de la propia trampa, ni de lo que había ocurrido desde el veintitrés hasta el treinta de abril, decidió terminar de leer lo que quedaba de carta.
"Para terminar, debo decirte que he sido yo quien te ha encontrado desmayado frente a tu portal y te ha traído a casa, porque, aunque tu novia ya no esté y ya no sea 23 de abril, tienes derecho a celebrar tu cumpleaños, sobre todo después de todo lo que has sufrido.
Ahora ya sabes qué ha pasado y quién lo ha hecho. No te preocupes, te aseguro que lo pagará. No voy a permitir que se salga con la suya. Una última cosa. Por favor, no te olvides de mí. Tu chica.
Amaia."
-8-
La última parte de la carta bloqueó su mente por unos segundos, para a continuación verse inundada por un tsunami de preguntas que no pudo evitar plantearse:
¿Realmente escribió Amaia esta carta? ¿Cuándo?
Si la escribió, ¿cómo sabía que su hermana iba a matarla?
¿Cómo sabía lo que iba a hacer su hermana tras matarla?
Si está muerta, ¿por qué dice que ella me ha traído a casa?
¿La carta forma parte de la trampa?
Con muchas preguntas y ninguna respuesta que tuviera un mínimo de sentido, abrió la ventana de su habitación, se asomó y dejó que la lluvia que inundaba la calle mojara su rostro. Al sacudir su cabeza para quitarse de encima las gotas que no le dejaban ver, algo llamó su atención en la calle. En esa oscura y lluviosa noche, una mujer vestida de negro caminaba por la calle, sin protegerse de la lluvia. Lo que más le llamó la atención de ella era que, aunque llovía con intensidad, no parecía mojarse. Atraído por la extraña situación decidió llamarla. La mujer reaccionó a su grito y sé giro hacia él. Era Amaia.
-9-
Al ver a Amaia, decidió salir tras ella, pero al girarse se dio cuenta de que la carta que había estado leyendo había desaparecido. La buscó por el suelo y entre los cojines, sin éxito. Rápidamente volvió a mirar por la ventana. Amaia también había desaparecido. Sin saber qué hacer, una voz que se le hacía muy familiar le hizo despertar. Literalmente.
—¡Ander! ¡Buenos días cariño! ¡Feliz cumpleaños! —dijo una emocionada Amaia, tan dulce como siempre.
Ander, tras la sorpresa inicial, fue siendo consciente de que todo lo que había pasado hasta ese momento había formado parte de un mal sueño. Tremendamente aliviado y emocionado por volver a ver a Amaia, solo pudo cogerla en sus brazos y llorar como no lo hacía desde que era un niño.
Amaia, sorprendida por su emoción le preguntó qué le pasaba. Ander lo justificó por la emoción de su cumpleaños, y Amaia, aunque extrañada, decidió no insistir con el tema.
El resto del día lo pasó feliz. Aunque no cesó de llover, intentó disfrutar al máximo del que, por culpa de la pesadilla, se convirtió en el mejor cumpleaños de su vida. Se sentía tan afortunado que todo fue más fácil que de costumbre.
De vuelta del trabajo, esta vez no se encontró con Aitor, pero la pesadilla que le había atormentado la noche anterior regresó a su cabeza por unos momentos.
Pensando en todo lo que su mente le había hecho pasar, vio que Amaia estaba a un solo paso de cebra de distancia de él. Intentó llamar su atención, pero fue en vano. Mientras que Amaia cruzaba la carretera, un coche que circulaba a gran velocidad se la llevó por delante.
Su primer instinto fue cerrar los ojos y pellizcarse en el brazo. No sirvió de nada, esta vez la pesadilla era real.
-10-
El grito de Ander alertó al resto de gente que se encontraba por allí y que unos segundos después rodeaba el cuerpo inerte de Amaia. Él intentó reanimarla una y otra vez, pero no había nada que hacer, Amaia había muerto.
Del coche que frenó en seco tras el accidente, salió una mujer que comenzó a gritar desesperada al comprobar quién era la víctima. Ander buscó a la protagonista de los gritos y la encontró delante de un coche similar al que él mismo tenía. Se fijó fugazmente en los detalles que colgaban del espejo retrovisor interior. No era un coche parecido, era su coche. Y la conductora, la que había matado a Amaia, era Ane, la hermana de esta.
Muchas imágenes pasaron por su mente en ese momento, entre ellas, la del momento en el que le dio las llaves de su coche a Ane, debido a que el suyo estaba en el taller. No tuvo ningún problema en prestárselo, ya que él acudía al trabajo andando.
Al volver la vista hacia Amaia, sintió que el tiempo se paraba. Observó detenidamente a su ya fallecida novia. Iba vestida completamente de negro y entorno a su figura, un charco de sangre se iba abriendo paso. La lluvia que no había parado en todo el día, comenzó a caer con más intensidad, pero el rostro de Amaia no reaccionaba a su fuerza. Parecía como si no la mojara.
En ese preciso momento, Ander se dio cuenta de la paradoja. La pesadilla de la que él creyó escapar al regresar de su sueño, se había hecho realidad una vez despierto.
Destrozado, solo pudo llorar desconsoladamente, mientras las sirenas de la policía y la ambulancia sonaban cada vez más cercanas.