Prólogo: Encuentro oscuro
Prisión en Coruscant, sector militar…
Las celdas parecían todas iguales.
La misma forma.
El mismo sistema de seguridad.
El mismo sentimiento de soledad.
La mirialana apenas alzó la vista cuando un soldado clon con una vibro-lanza se detuvo frente a su celda.
—Tienes visitas, traidora —dijo el soldado.
La prisionera no respondió. No tenía por qué hacerlo. Carecía de sentido.
El clon se marchó.
Poco después, se escucharon pisadas acercándose a la celda. Eran pisadas provocadas por la suela de botas de cuero.
La mirialana sabía muy bien de quién eran. No tenía que levantar la mirada para saber a quién tenía enfrente.
La figura estaba al otro lado del pequeño escudo de energía que la mantenía encerrada en la celda.
—Es muy raro ver a un caballero jedi conviviendo con la plebe —exclamó la prisionera—. Creía que estarías ocupado invadiendo más mundos en el nombre del senado.
Al alzar la vista, ella vio a un joven jedi, de unos 18 años, humano, con ojos verdosos y un pelo verde esmeralda natural.
—También hago otras cosas, sabes —respondió tranquilamente el joven.
—Ahórrate tus palabrotas. No te estaba esperando… ¿¡O acaso mi maestra es muy cobarde para venir a visitarme!?
El rostro despreocupado del jedi se convirtió en uno de tristeza y soledad.
—Ella sufre, Barriss… y mucho.
—¿Un jedi sufriendo? Hermosa novedad —replicó.
—Lo que hiciste en el hangar, lo que le hiciste a esos clones, lo que le hiciste a Ahsoka…
Barriss bajó la mirada al escuchar eso último pero eso no aplacó su ira.
—¿Por qué viniste?
—Quería hablar contigo… necesitaba hablar contigo.
—¿Un jedi hablando con el enemigo? No paras de sorprenderme —dijo Barriss sarcásticamente.
—Barriss, deja atrás esa actitud. No te sienta bien. No te hace bien —afirmó el jedi—. Por favor, háblame.
La actitud de su visitante casi parecía una súplica.
—Ja. ¿De qué quieres hablar? —preguntó desafiante la prisionera.
—De todo, vieja amiga. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué nos… nos traicionaste?
Barriss alzó la mirada pero cuando mostró los ojos, el joven se sacudió y se movió un poco hacia atrás al tener que observar esa…
… esa aura…
… esa aura amarillenta en los ojos de Barriss.
—Tú… más que nadie… —dijo Barriss con el color del lado oscuro fluyendo en sus párpados—… debería saber por qué lo hice, Jeron.
Capítulo 1: Tiempos más civilizados
20 ABY, Meses antes del bombardeo al hangar del Templo Jedi…
Dojo de entrenamiento…
—Cuidado con tu línea central, Ahsoka. Te estás exponiendo demasiado —dijo Barriss contrarrestando las estocadas de su amiga togruta.
—Ja. Eso es lo que crees —le contestó Ahsoka con una sonrisa.
En un movimiento audaz, Ahsoka arrojó una de sus espadas llamando la atención de Barriss mientras que la togruta se posicionó en un costado cerca de ella.
Antes de que pudiera notarlo, el segundo sable de la togruta ya había descendido sobre su mano y con el filo de su espada verde-amarillenta rozaba el cuello de la mirialana.
Ahsoka había ganado.
—Se acabó, gané.
—Sí. ¿Pero a que costo? —dijo Barriss desactivando su sable de luz azul.
Tano la miró confundida también abandonando su pose de combate y desactivando sus espadas.
—Ahsoka. Estos entrenamientos nos deberían estar preparando para la batalla. Estos… no sé… movimientos sacados de la manga sin ningún tipo de elegancia, nacidos de tu pura improvisación, son peligrosos y riesgosos.
—No sé, Barriss. El maestro Skywalker siempre dice que no importa cómo ganemos sino que ganemos.
—Tal vez pero las formas existen por una razón, Ahsoka —dijo la mirialana sacudiéndose el sudor de su frente.
—Y por eso es que te equivocas, Barriss —afirmó una tercera voz, una voz masculina.
Las dos padawan giraron sus cabezas para ver de quien se trataba.
—Vaya, vaya. Miren quien se dignó en aparecer —exclamó la togruta sonriendo—. ¿No estabas en un pozo de Sullust?
—Jaja. Sullust… Sullust. Jamás volveré a ese mundo. Casi me hago uno con la Fuerza —respondió cálidamente el otro padawan.
—Algo me dice que la suerte tuvo algo que ver, ¿o me equivoco? —siguió Tano.
—No, no. No te equivocas. Es lindo volver a verlas.
—Lo mismo digo.
Ahsoka abrazó al humano amistosamente.
—Qué bueno que estás bien, Jeron —dijo Barriss con un tono más serio.
—Gracias, lo mismo digo, Barriss.
—¿Por qué dijiste que no tenía razón? —preguntó Ahsoka.
—¿Qué cosa?
—Ya sabes: Tú dijiste que Barriss estaba equivocada sobre algo.
—Ahh, eso. Claro —Jeron se aclaró la garganta—. Lo que quise decir es que el planteamiento de Barriss respecto a las formas de combate estaba mal porque en sí, las formas no sirven para nada fuera de estos dojos.
—¿¡Así que cuestionas milenios de sabiduría jedi!? Que propio de ti —dijo Barriss.
—Pero es verdad. Míralo desde este punto: el movimiento de Ahsoka fue arriesgado pero… funcionó y te derrotó y lo hizo sin seguir un manual de entrenamiento. Mi maestro dice que aunque sigamos las reglas, el enemigo no las sigue. Los droides no conocen la elegancia que significa usar un sable de luz. ¿¡Por qué deberían luchar contra nosotros a nuestra manera!? Simplemente no tiene sentido.
Barriss no retrocedió.
—¿Así que las formas no sirven de nada? Eso es lo que quieres decir.
—No. Las formas de combate son bases pero no estructuras. El estilo de pelea debe ser definido por cada jedi, individualmente del manual de combates.
—Por la Fuerza, si te escuchara Cin Dralling —replicó la mirialana.
—Tiene sentido. Bueno, casi todo lo que hace el maestro Skywalker es eso. Su Djem So es bastante particular —dijo Ahsoka.
—Como lo es tu Jar’kai, Ahsoka —expuso Jeron.
—¿Y tu forma 5? ¿Te gustaría refinarla? —preguntó Barriss desafiando al otro padawan.
—¿Acaso es un desafío? —preguntó Jeron juguetonamente.
—Puedes verlo así si quieres —le respondió la mirialana sonriendo.
—Si tú lo dices…
Ambos se posicionaron en el centro del dojo y Ahsoka se movió a un costado para observar el duelo sin entrometerse.
Tanto Barriss como Jeron inclinaron sus cabezas en señal de respeto. Luego, los dos separaron para tomar espacio.
Offee encendió su sable azul y lo sujetó con una mano. Luego, alzó su brazo izquierdo hacia adelante en línea recta a la altura de sus hombros mientras posicionaba su cuerpo de costado, levantando su hoja por encima de su cabeza apuntando a Jeron.
Esa era la pose del Soresu.
Por otro lado, Jeron se puso firme. Con calma agarró su espada, la encendió y de ella emergió una hoja de color cian, una mezcla de azul y verde, un color extraño por no decir casi único dentro de la Orden Jedi.
—¿Estás listo? —preguntó Barriss sonriendo.
—¿¡Tú lo estás!? —le dijo el humano devolviéndole la sonrisa.
*********
—Sullust fue una… «experiencia salvaje», muy salvaje para mi gusto —exclamó el quarren Fawer mientras se acariciaba con cuidado uno de sus tentáculos.
—Dudo mucho que haya sido peor que nuestra misión a Zygerria. Eso sí fue una odisea —le respondió Anakin Skywalker con su particular sonrisa.
—Ja. ¿¡Más aún que mi batalla en Jabiim!? No lo creo, maestro Skywalker —le replicó el quarren.
—Caballeros, si ya han terminado… les recuerdo que venimos a buscar a nuestros padawans —llamó la atención la maestra jedi mirialana Luminara Undulli.
—Oh, claro. Se me había olvidado —Fawer agitó la cabeza—. Donde está…
—Estamos aquí, maestro —dijo una voz a sus espaldas.
Cuando los tres giraron sus cuerpos, observaron a sus aprendices, completamente cansados, jadeando buscando aire y sudorosos, particularmente Jeron y Barriss.
—Supongo que estaban practicando, ¿no es así? —preguntó Skywalker.
—Sí, maestro. Estaba practicando con Barriss hasta que Jeron decidió hacer de las suyas y luchar —explicó Tano.
—¿Es eso verdad? —cuestionó Fawer dirigiendo una mirada a su aprendiz.
—Sí, maestro. Quería… «demostrarle» a Barriss quien tenía razón así que acepte luchar con ella —dijo Jeron.
—¿Y ganaste?
—Ehm, bueno…
—Yo diría que fue un empate —dijo Barriss—. Él no me pudo superar a mí ni yo a él.
—Muy bien Barriss. Tu entrenamiento te ha servido bien pero recuerda que… en el mundo real no hay empates, solo victorias o derrotas —afirmó Luminara.
—Lo entiendo, maestra —contestó Offee con una reverencia.
—Por cierto, ¿por qué nos estaban buscando? —preguntó la padawan togruta.
—Partimos hacia Onderon. ¿Lo olvidaste tan rápido, sabionda? —le replicó Anakin sarcásticamente.
—Oh, oh rayos.
—Ven vamos, Ahsoka. Tenemos que prepararnos para nuestra salida —ordenó Skywalker—. Maestro Fawer, espero vernos más seguido. Maestra Undulli, un placer como siempre.
Luminara hizo una reverencia mientras que Fawer se limitó simplemente a asentir con la cabeza.
—Ah, otra cosa, maestro Fawer —decía Skywalker mientras se alejaba—. Trate de no provocar más «accidentes» en la guerra.
El jedi quarren negó con la cabeza sonriendo y conteniendo la risa. Luego respondió:
—Un viejo amigo alguna vez me dijo que «nada pasa por accidente».
Skywalker se limitó a sonreír al saber muy bien a quien le pertenecía esa frase.
Mientras el dúo Skywalker-Tano se alejaba por los pasillos del Templo, los maestros jedi restantes y sus aprendices se movieron en la dirección contraria.
—¿Qué ocurre, maestra? —preguntó Barriss intrigada.
—Hemos sido convocados por el Consejo para un asunto urgente —le respondió Luminara.
—¿El Consejo? —dijo Jeron sorprendido—. ¿Acaso hizo algo, maestro?
—Mjjj. No, no esta vez, padawan. Ahora… ahora es distinto —le respondió Fawer.
*********
Cámara del Consejo Jedi, Templo Jedi, Coruscant…
Se respiraba un ambiente… extraño dentro de la cámara principal.
Mientras las naves trazaban líneas rectas en el cielo alrededor del Templo como si fueran pequeñas luciérnagas vagando por el aire, el día daba paso lentamente a la noche, una noche más oscura, más fría…
Así lo percibía Barriss y ella estaba segura de que Jeron también lo sentía de esa manera.
De los 12 asientos predispuestos en la cámara, solo cuatro contaban con sus legítimos dueños: En la extrema derecha se encontraba Plo Koon, el maestro keldor conocido por su habilidad con la espada aunque más reconocido por su infinita paciencia y perseverancia. En la extrema izquierda yacía el sereno humano Obi-Wan Kenobi, sentado relajadamente sobre el reposo de su sillón. Al lado de Koon estaba Mace Windu, el líder del Consejo, héroe de Ryloth, creador de la mortal técnica del Vaapad y portador del sable amatista, con un rostro de piedra que no permitía discernir ninguna emoción. Al final pero no menos importante se hallaba sentado en su asiento Yoda, el diminuto y verdoso gran maestro de toda la Orden, con más de 800 años de sabiduría jedi a sus espaldas.
El resto de los maestros no se encontraban presentes. Las necesidades de la guerra habían empujado a la Orden al límite y muchos maestros estaban desperdigados por toda la galaxia. No solo eso. El Templo prácticamente estaba casi desierto ya que casi todos los caballeros estaban luchando en los frentes de batalla, acompañados por sus aprendices.
Solo los iniciados, algunos padawans mayores, los guardias del Templo y uno que otro maestro longevo, como Tera Sinube o Jocasta Nu, residían permanentemente en la capital.
Para Barriss eso se sentía raro, extraño, oscuro, como un vacío en la Fuerza, como una sombra… una sombra de lo que alguna vez fue y lo que nunca volverá a ser…
—Ha surgido una nueva… «situación» que debemos atender lo más pronto posible —comenzó diciendo Plo Koon.
—¿De qué se trata? —preguntó Fawer.
—El planeta Qulan a la Confederación desea unirse —explicó Yoda—. Permitir eso nosotros no podemos.
—¿Qulan? ¿El productor de bacta? —cuestionó Undulli.
—Sí, eso tememos —le respondió Windu.
Barriss ya había escuchado el nombre de ese planeta antes. Después de Protobranch, Qulan era el principal productor de bacta para la República. Su separación traería nefastas consecuencias para la guerra, para los soldados que luchaban en ella. La distribución decaería rápidamente ya que Protobranch no podría suplir toda la demanda.
—Si se unen a los separatistas, la República perderá gran parte de su suministro de bacta. No podemos permitirlo —afirmó Kenobi.
—Deben ir a Qulan y asegurar todo el sistema estelar. Hay mucho en juego aquí —explicó Windu.
—¿Han intentado acaso contactar con ellos? —cuestionó el quarren.
Todos los maestros lo miraron, sorprendidos por esa pregunta.
—Han retirado sus embajadores y cortado cualquier lazo diplomático con el senado. No hay forma de llevar a cabo una negociación —expuso el jedi de Haruun Kul.
—Con el senado quizás pero no con nosotros. Podemos ir a negociar con ellos y tratar de persuadirlos de tomar una postura neutral mientras nos sigan vendiendo el bacta. Debe haber otra opción —siguió insistiendo Fawer.
Windu negó con la cabeza.
—En otro caso quizás esa sería la solución pero no ahora —dijo.
—Lo entendemos, maestro Windu —aclaró Undulli.
—Acompañados con sus padawans deben ir. Comandantes de campo ellos serán.
Eso último no le cayó muy bien a Barriss. Otra vez luchando en el frente… otra vez viendo a los clones morir frente a sus ojos, otra vez Geonosis, otra vez Umbara…
Ella no era una cobarde pero su lugar estaba en la retaguardia, como sanadora y asistente médico, no como una general. ¿Por qué parecía que a ellos solo les importaban sus habilidades como guerrera?
—Perdón maestros —dijo Offee—, pero creo que yo serviría mejor con los médicos, encargándome de los heridos y enfermos. Veo muy poca utilidad para mí en el frente.
—Padawan —llamó la atención Luminara a quien no le gustó que su aprendiz cuestionara las órdenes de sus maestros.
—De tus habilidades como sanadora nadie dudando está —le respondió Yoda mientras la señalaba con su bastón— pero tiempos de necesidad estos son y a nuestros mejores jedi en el frente necesitamos.
—Lo último que queríamos era involucrarte, Barriss —explicó compasivamente Plo Koon— pero no tenemos otra opción.
—Pero tiene que haber otra opción —replicó Fawer—. ¿Están seguros de que nada motivó esta secesión? ¿Quizás la nueva ley de regulación de recursos estratégicos que aprobó el Senado el mes pasado?
—El «porqué» ahora relevante no es. En el futuro concentrarnos debemos.
Fawer sabía que no iba a conseguir nada. Sabía que algo iba mal pero también recordaba que era un jedi y no cometería desobediencia frente al Consejo, no al menos tan seguido.
—Estas son sus órdenes. Que la Fuerza los acompañe —dijo finalmente Windu y los cuatro hicieron una reverencia frente a los maestros del Consejo antes de salir ordenadamente de la sala.
Una vez que las puertas volvieron a estar selladas, Plo Koon dijo:
—Están listos, Barriss y Jeron.
—Ambos se han desenvuelto muy bien. Han demostrado sabiduría, coraje y habilidad, signos de un verdadero caballero jedi —agregó Kenobi.
—En Barriss ninguna duda tengo. Con el joven Seniar temores poseo —expuso Yoda—. Muy rebelde, muy poco ortodoxo, como su maestro.
—Con el debido respeto, ¿acaso no deberíamos confiar en él de la misma manera en la que confiábamos en la maestra Leem? —cuestionó Windu.
Thracia Cho Leem, una maestra jedi humana de alta trayectoria, poderosa y sabia con la Fuerza aunque nunca había seguido la doctrina jedi y que prefería confiar más en sus instintos. Ella y su viejo padawan, Fawer, fueron muy cercanos a Dooku y al propio Qui-Gon en sus años como padawan del primero. Eran, en esencia, las «ovejas negras» de la Orden aunque Leem siempre fue ampliamente respetada y admirada por el Consejo al igual que más tarde lo sería su viejo pupilo Fawer. Él podía ser rebelde, obstinado, y poseedor de un sentido del humor ácido pero el Consejo jamás había dudado de él.
Las orejas de Yoda se tensaron y el viejo maestro bajó la mirada al recordar a esos dos maestros jedi, rebeldes, sí, pero también grandes jedi.
—Razón tienes —Yoda exhaló y parecía que exhalaba el último aire de sus casi 900 años—. En estos tiempos extraordinarios caballeros necesitamos. Confiar en ellos dos debemos. Si de la campaña de Qulan regresan, ascendidos a la caballería ambos serán.
Los maestros restantes estuvieron de acuerdo.
—Si me disculpan, maestros —dijo Obi-Wan excusándose— pero creo que Anakin ya me está esperando. Partimos hacia Onderon. Que la Fuerza los acompañe.
—Y a ti, joven Kenobi.
*********
—¿Tú lo sientes, verdad, maestro? —preguntó Jeron.
—Sí. Hay algo más detrás de todo esto. Una «sombra», una sombra de naturaleza oscura y siniestra —le respondió su maestro caminando al lado de Luminara y Barriss.
—Yo no siento nada —agregó Luminara—. Quizás deberían pasar más tiempo atentos con la meditación y las formas.
«Así que ellos también la sienten, esa sombra. Pensaba que solo era mi imaginación», dijo Barriss para sí misma.
—Quizás deberías estar más en comunión con la Fuerza Viviente, maestra Undulli —replicó el jedi quarren sonriendo.
Ella no respondió. Tampoco le interesaba discutir sobre las órdenes, solo cumplirlas y punto.
—Pero, con todo respeto, maestra Undulli, tiene que reconocer que… —Fawer interrumpió a su aprendiz.
—Agradecemos sus consejos, maestra. Nos veremos luego para discutir las acciones en Qulan —explicó el quarren antes de hacer una reverencia y despedirse de la mirialana junto a su padawan.
Mientras se alejaban, Luminara confrontó a su alumna.
—No debiste cuestionar al Consejo de esa manera, aprendiz.
—Lo sé, maestra. Disculpe mi atrevimiento pero es solo… que no me siento cómoda siendo una guerrera en el campo de batalla.
—Estuviste en Geonosis, Drongar, Umbara y nunca… nunca cuestionaste tu rol en la guerra. ¿Por qué ahora sí?
—Maestra… —Barriss pensó muy bien lo que iba a decir a continuación—… esto está mal. Todo está mal. Somos guardianes de la paz, no soldados. Yo juré, todos juramos, todos los jedi, proteger la vida, no destruirla.
—Te entiendo, Barriss pero a veces para salvaguardar la paz debemos convertirnos en más que guardianes. Debemos ser guerreros de la paz.
—Pero la guerra solo trae guerra. La paz es la resolución del conflicto, no su expansión.
Luminara negó con la cabeza.
—Este, para bien o para mal, es el único camino hacia la victoria, mi aprendiz padawan. Hasta que no comprendas eso, jamás serás una verdadera jedi —sentenció tajantemente Undulli—. Ahora, vamos. Tenemos mucho que hacer.
Capítulo 2: Estrategia errada
Qulan, Borde Medio…
—Son demasiadas hojalatas furiosas, señor —gritó el capitán clon Calibrer mientras intentaba desesperadamente refugiarse detrás de una trinchera de barro junto al resto de sus tropas.
—Resista, capitán. Ya estamos llegando —le dijo Fawer a través de su comunicador.
—Creo… creo que ya no hay tiempo, señor.
En ese instante, un haz de luz intensa iluminó todo el cielo. Cubriéndose detrás de la trinchera, Calibrer escuchó el estruendoso ruido de una explosión de la cual salieron volando pedazos de droides y otras monstruosidades de los separatistas.
Al alzar la vista tímidamente, el clon pudo ver a su general jedi luchando contra los droides restantes con su sable de luz verde en mano. Él había estrellado su propio caza estelar para destruir a las fuerzas enemigas.
Muy propio del general.
—¿Se me une, capitán? —preguntó sarcásticamente el quarren.
—Jaja. Sabía que no tenía que dudar de usted, general —dijo Calibrer—. Vamos, hombres, al ataque.
*********
Horas más tarde, en el campamento de la República…
«Más muertes, más víctimas, más… más sufrimiento», pensó Barriss al ver a todos los soldados malheridos dentro de la tienda de campaña improvisada, con los droides médicos y doctores atendiendo lo mejor que podían a sus pacientes.
Era una escena horrible para la padawan y no podía ayudar en nada por… por las órdenes, las órdenes de su maestra.
Bajó la mirada y se marchó rápidamente de ahí. No podía tolerar ver más esa espantosa escena. Además, tenía que reunirse con su maestra y el maestro Fawer y Jeron para hablar sobre la estrategia a seguir.
—Hemos encontrado más resistencia de la esperada, general. Los sep han mandado muchos droides para proteger la capital y los campos del sur —explicó el comandante clon señalando a una de las imágenes holográficas—. Esa es nuestra prioridad.
—Sí. Debemos asegurar la producción de bacta a cualquier costo —agregó Luminara—. Debemos dividir nuestras fuerzas.
—¿Dividir nuestras fuerzas? —se quejó Fawer.
—Sí. Tenemos que capturar el continente del sur para controlar el bacta. No podemos perder más tiempo —aclaró la jedi mirialana—. Propongo que usted y yo, maestro Fawer tomemos el grueso de nuestras tropas para ocupar el sur mientras nuestros padawans se encargan de dirigir el esfuerzo contra la capital.
«¡¿Qué!?» gritó Barriss para sus adentros aunque no permitió que ningún movimiento del exterior pudiera reflejar su estado de ánimo.
—Es un movimiento arriesgado, maestra Undulli —dijo Jeron—. No creo que sea…
—Tú conoces nuestras órdenes, padawan Seniar. Te sugiero que las revises a la hora de hablar sobre nuestra estrategia —interrumpió Luminara.
Jeron no siguió hablando aunque sí le dedicó una mirada de desaprobación a la mirialana.
Cuando la reunión concluyó, Fawer alcanzó a Luminara quien ya se estaba marchando.
—Tomar la capital no va hacer un cometido fácil. Quizás lo mejor sea esperar, Luminara —explicó Fawer.
—Tiempo es un lujo del que no disponemos. Las órdenes del Consejo…
—Conozco muy bien las órdenes del Consejo pero ellos no están aquí luchando con nosotros ni conocen nuestra situación. No podemos realizar lo que ellos nos piden al pie de la letra.
Luminara se detuvo. Giró su cabeza y miró fijamente al quarren.
—¿Tienes miedo de que tu padawan no esté a la altura? Creía que confiabas en él —exclamó.
—A él le confiaría mi vida, maestra Undulli y sí… tengo miedo, pero el miedo es algo natural y aprendí a lidiar con ese sentimiento hace mucho tiempo.
—Como todos nosotros, maestro Fawer.
—No —replicó tajantemente—. Tú aprendiste a contenerlo, a reprimirlo, a ocultarlo…
—No veo la diferencia. Y no entiendo a dónde quiere llegar.
—Mi punto es… que no es por mi padawan por la que tiene que estar preocupada.
Luminara alzó las cejas y la mirada, reconociendo muy bien a quien se refería.
—Este no es su lugar, Luminara. Tú lo sabes y yo también. Ella es una gran guerrera pero no quiere eso —agregó Fawer.
Hubo una breve pero intensa pausa, rellenada por el sonido de las corrientes de viento que asolaban el campamento.
—Confío en ella —afirmó Luminara—. No me ha fallado antes. No me fallará ahora.
Luego de decir eso, la maestra jedi se dispuso a entrar a su carpa para descansar, dejando solo a Fawer quien al marcharse dijo en voz baja:
—Espero que tengas razón.
*********
A las afueras del campamento…
Barriss se quedó mirando el horizonte, con el sol ocultándose entre las nubes. Más allá del reflejo luminoso, la joven padawan observó a la distancia los campos destruidos, los bosques hechos cenizas y las familias locales obligadas a desplazarse.
Una vez más, la misma sombra que había sentido en Coruscant, la había seguido hasta allí, como si fuera un virus en la Fuerza, una mancha que crecía más y más. De ella, Barriss sintió sobre su rostro una corriente fría, muy fría y se acercaba, paso a paso…
—Sabía que estarías aquí —dijo la voz de Jeron a sus espaldas.
La sombra se alejó lentamente de la mirialana.
—Supuse que querrías estar a solas —agregó el humano—. Digo, con todo lo que está pasando…
—¿Alguna vez dudas? —preguntó Barriss tajantemente, sorprendiendo a su compañero.
Jeron se acercó hasta estar al lado de ella.
—¿Qué?
—¿Nunca dudas de lo que estamos haciendo? ¿De lo que vamos a hacer?
—Eh, bueno… Yo… yo siempre dudo, Barriss. Quiero decir, es normal. Nadie es perfecto…
—Pero somos jedi. Debemos ser perfectos. No podemos dudar, no podemos… —Barriss retuvo sus palabras, cerrando con fuerza sus dos puños—. No podemos fracasar.
Jeron la miró confundido tratando de entenderla y tratar de entablar de mejor manera la conversación.
—Mi maestro siempre me dice que el error es el primer paso hacia la verdadera sabiduría. Es decir, de nuestras victorias no aprendemos nada, solo reafirmamos lo que ya sabemos. En cambio, con nuestros fracasos, aprendemos, o eso espero… —trató de explicar Jeron.
Sin embargo, cuando Jeron la miró, Barriss estaba con una mirada perdida, como si estuviera deambulando en una neblina y no pudiera distinguir con claridad donde pisaba.
—Barriss —dijo el padawan con un tono preocupado—. ¿Estás bien? ¿Quieres hablar sobre…?
—No —contestó sin dudas la mirialana—. Yo… yo agradezco mucho tu preocupación pero estoy bien, no es nada. Solo estoy un poco cansada… eso es todo.
Barriss hizo una reverencia y se marchó rápidamente de ahí, dejando a Jeron un poco preocupado y dudando de la verosimilitud de las palabras de su amiga. Pero, no iba a meterse en sus asuntos, no le correspondía. Confiaría en ella, como siempre había hecho.
—Hormonas, ¿quizás? —se dijo en voz baja antes de darse cuenta de lo que había dicho y avergonzándose—. Oh, por la Fuerza, que estupideces estoy diciendo…
Capítulo 3: Compasión y sacrificio
Días después, a pocos kilómetros de la capital de Qulan…
—¡¡¡Muerte a los jedi!!! —gritó una mujer local mientras arrojaba piedras contra los tanques republicanos, que se habían detenido para descansar.
—Señora, debe apartarse —ordenó uno de los soldados.
—Oblígame, clon esclavo —desafió la mujer.
Cuando el soldado parecía que iba a empujarla con su blaster y tirarla al suelo cuando una voz habló a las espaldas del clon.
—Soldado, déjala ir. No es necesario usar la fuerza bruta —dijo Jeron Seniar.
—Pero, señor…
—Ya oyó al comandante, soldado. Retírese —agregó en tono severo el sargento Rufus, el segundo al mando de Seniar.
Barriss observó toda la escena desde cerca, arriba de un tanque de la República, a pocos metros del incidente.
Ya no le sorprendía. Los locales prácticamente los tenían en su zona roja y Barriss no los culpaba.
—¿Sucede algo, comandante Offee? —interrumpió el clon ARC Wex.
—No, no es nada, Wex. Solo… solo perdida en mis pensamientos —contestó la jedi.
*********
Pocas horas más tarde…
—¡¡¡Cuidado con el flanco derecho!!! ¡¡¡Vienen más!!! —gritó uno de los soldados.
«Otra emboscada. Otra batalla inútil», pensó Barriss para sus adentros mientras que con su sable azul zafiro, cubría a los heridos de los disparos mortales de las tropas enemigas, desviando los disparos con su clásica forma III.
Esta vez no se trataba de droides.
No.
Eran la milicia local… y estaban muy bien entrenadas y preparadas, tanto así que no paraban de causarles problemas a las tropas republicanas y eso era mucho decir.
—Wex, debemos sacar a los heridos. ¡¡¡Rápido!!! —ordenó la jedi.
—Eso es muy difícil, comandante. Están por todos lados —respondió Wex.
—Rayos. Me vendría bien un poco de ayuda —replicó Barriss en voz baja.
En ese instante, los refuerzos de la legión 218 llegaron y lograron expulsar a los atacantes, con Jeron blandiendo su espada cian a la cabeza de sus fuerzas.
El enemigo se había retirado pero había dejado su marca.
—Perdón. Estábamos tomando un búnker enemigo cuando te emboscaron. Llegué tan pronto como pude —explicó Jeron levantando a Barriss con cuidado del fango.
—Son rápidos. Atacan y se esfuman tan rápido como logramos coordinarnos —expuso su compañera.
—Sí. Los hemos subestimado. Debemos tomar la capital lo más rápido posible si queremos terminar esto.
Barriss no respondió. En su lugar, solo se quedó contemplando como los soldados levantaban con cuidado a los heridos del campo de batalla y cubrían con mantas a los hombres que ya se habían hecho uno con la Fuerza.
—Son grandes soldados y… personas —agregó Jeron mirando el mismo escenario que Barriss—. Esta guerra es una eterna tragedia.
—Lo es… lo es —contestó la mirialana observando una vez más la fría presencia de la sombra—. Voy a ayudar a los heridos.
—Muy bien. Yo reorganizaré a nuestras tropas. Necesitamos tener puntos de apoyo si queremos asaltar la capital.
Horas más tarde…
—Por favor, por favor, comandante. No quiero morir —murmuró débilmente un clon postrado sobre una camilla médica.
—Shh. Tranquilo, soldado. No morirás —le dijo Barriss antes de colocar su mano sobre la frente del soldado y convocando las energías tranquilas a través de la Fuerza, curando lentamente el deteriorado rostro del hombre.
Una vez que Barriss concluyó su labor y el soldado se calmó, Barriss se dejó caer sobre su silla, agotada.
Había estado curando soldados por muchas horas. Estaba cansada y el sudor recorría todo su rostro.
Se sentía como un recipiente vacío, como una lámpara que había emitido demasiada luz y se estaba apagando lentamente. Pero eso no importaba. Los soldados estaban vivos.
«Solo para morir en otra batalla» afirmó la sombra. Barriss intentó apartarla, alejarse de ella y de su fría presencia pero no podía negar que algo de razón tenía la sombra.
La padawan negó con la cabeza y se marchó de la tienda, para descansar en su propia carpa e intentar apartar esos pensamientos negativos de su mente.
Mientras Barriss entraba en su carpa, a lo lejos, era observada por Jeron, quien estaba sumamente sorprendido por la gran labor de su amiga. Él la admiraba profundamente.
Los jedi se guiaban por la compasión porque la compasión es la forma más pura de amor de todo el universo pero eso era más una declaración que una realidad.
La Orden se había vuelto demasiado distante con las emociones, demasiado desapegada del resto de la galaxia.
Y, aún así, ahí estaba Barriss: una de las mejores curadoras de toda la Orden, entregando desinteresadamente su propia energía vital para ayudar a los demás.
*********
(Flashback)
2 años antes de la primera batalla de Geonosis…
Patio de entrenamiento, Templo Jedi, Coruscant…
—Maestro. Estoy cansado —se quejó Jeron Seniar, de 13 años de edad, a su maestro.
—Ah, por favor, padawan. El entrenamiento con los Guardianes de los Whills no fue tan exigente. De lo contrario, ni siquiera podrías estar de pie —le respondió Fawer con un tono burlón.
—Es que apenas puedo estar de pie. No quiero entrenar el Shien, no por ahora. ¿Podemos enfocarnos en el Djem So?
—Sé paciente, jovencito. Si quieres recorrer el camino del dragón Kryat tienes que dominar sus dos rostros, sus dos aspectos.
—Pero el Djem So…
—El Djem So requiere compromiso, demasiado. Aprende a dominar primero la base y luego construye la estructura. Si no, todo se derrumbará.
Jeron ya llevaba un año al lado de su maestro y aún intentaba acostumbrarse al modo tan poco ortodoxo de ser, sin contar su actitud bromista y relajada.
—Quédate aquí, aprendiz. Practica las posturas básicas. Regreso dentro de un minuto.
El quarren no tardó en alejarse del pequeño salón dejando a su padawan solo.
—Más entrenamiento —se quejó el muchacho.
Posicionándose en el centro de la sala, el joven activó 6 bolas de entrenamiento que empezaron a levitar a su alrededor.
Sumergiéndose en la Fuerza, el joven activó su espada cian y empezó a entrenar las posturas del shien, bloqueando los disparos y desviándolos, una y otra vez. Sin embargo, algo que para él debería ser fácil le estaba costando en esta ocasión.
Su cuerpo no se movía tan rápido como él esperaba. Se sentía demasiado cansado, y sus músculos no respondían con total libertad y flexibilidad.
Ese entrenamiento «especial» que había tenido con los famosos pero poco conocidos Guardianes de los Whills en la remota luna de Jedha lo había dejado casi vacío de cualquier energía. Se sentía cansado.
Su sable de luz tampoco ayudaba. Su empuñadura tenía forma de cruz y se le complicaba usarlo para desviar los disparos.
El diseño de su espada era casi idéntico a la de un antiguo maestro jedi de la Alta República llamado Stellan Gios aunque careciendo completamente de su bello relleno dorado.
Luego de repetir las formulas por un buen rato, el joven cayó agotado sobre sus rodillas, intentando levantarse mientras trataba de buscar aire jadeando su lengua para afuera.
—Ahora sí, creo que… creo que es todo por hoy —exclamó e intentó levantarse pero volvió a colapsar sobre sus rodillas.
Sus músculos estaban demasiado agotados y ni hablar sus huesos.
De repente, el joven sintió a alguien acercándose por la puerta. En un principio pensó que se trataba de su maestro pero resultó tratarse de una joven padawan jedi, de su misma edad, luciendo una capucha de colores azules oscuros y de ojos profundamente azulados. Por su rostro, Jeron dedujo que era de la raza mirialana.
—Oh, perdón. Pensé que esta sala estaba desocupada —dijo ella—. Buscaré otro lugar.
—No, no. Por favor. Quédate. Yo… iba a abandonar este lugar —le respondió rápidamente Jeron—. Solo espera un segu…
Una vez más, él intentó levantarse pero fue en vano. Su cuerpo estaba completamente agotado y sus piernas ya no le respondían.
Luchó otra vez contra su fracaso en poder marcharse.
De repente, cuando alzó su mirada, pudo ver, para su sorpresa, como la mirialana se había acercado a él y se arrodilló hasta que los dos estuvieron a la misma altura, poniendo un poco nervioso a Jeron.
En ese instante, la otra padawan cerró los ojos y extendió su brazo derecho hasta apoyar su mano sobre el pecho de Jeron.
Al hacerlo, repentinamente, el humano sintió a través de la Fuerza como sus energías volvían a él, como si fuera agua de río desembocando en un lago.
Ahí se dio cuenta que se trataba de ella, ella lo estaba curando a través de la Fuerza, a través del enlace oculto que compartían todos los seres vivos.
Cuando la chica apartó su brazo, Jeron se sintió renovado, mucho mejor.
Miró a la mirialana quien le sonrío en respuesta a su clara mejoría de estado. Sin embargo, antes de que siquiera pudiera hablar, la alienígena empezó a deslizarse de espaldas hacia atrás con la mirada perdida. Si no fuera por la advertencia de la Fuerza, Jeron no habría podido agarrar con cuidado a la mirialana antes de que colapsara en el suelo.
—Eh, eh, eh. ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? —preguntó preocupado Jeron mientras con sus brazos sostenía a la mirialana quien estaba recuperando el aliento.
—Eh, sí, sí. Estoy bien —le agradeció ella mientras que con cuidado Jeron sentaba a la mirialana en una de las gradas de la sala aún atento por si le pasaba algo—. Aún no domino a la perfección mi técnica de curación pero… pero estoy mejorando.
—Bueno yo… yo te doy las gracias por «curarme» aunque no tenías por qué hacerlo. Pudiste llevarme a la enfermería, sobre todo teniendo en cuenta cómo estás ahora —le dijo Jeron con una pequeña carcajada.
—Al menos me sirvió como práctica ¿No lo crees? —respondió la mirialana a lo cual los dos compartieron una risa.
—Pero… hablando en serio, te doy las gracias. Gracias por ayudarme con mi «situación» —replicó el humano.
—Cumplí con mi deber como jedi.
—Ahora parece que me toca a mí el ayudarte. Te llevaré al ala médica.
—No es necesario. Ya… ya estoy recuperando mis fuerzas aunque agradezco tu oferta eh, mmm ah…
—Ah, claro. Que poco educado de mi parte. Perdón —Jeron se aclaró la garganta—. Me llamo Jeron Seniar.
—Un placer, Jeron. Soy Barriss Offee.
—En ese caso… también es un placer conocerte, Barriss.
—Veo que aprendiste la lección, padawan —exclamó la voz del maestro Fawer en la puerta.
Ambos aprendices se pusieron de pie ante la presencia de un maestro jedi.
—¿Maestro? ¿Estuvo ahí todo el tiempo?
—Más o menos —le respondió el quarren—. Esperaba que hubieras entendido este aprendizaje.
—¿Aprendizaje? ¿Qué aprendizaje? —exigió saber el padawan.
—A pensar por ti mismo, jovencito.
—¿Qué?
El jedi quarren se acercó rápidamente a los dos jóvenes.
—Tu cuerpo no estaba en condiciones para seguir entrenando. Yo lo sabía y tú también pero aun así decidiste obedecerme sin cuestionarme —explicó Fawer.
—¿Cuál era el punto, entonces? —preguntó Jeron.
—No siempre está bien seguir las órdenes, aprendiz. A veces… muchas veces, es preferible confiar en tus instintos que en las reglas o en las directivas.
—Mi maestra podría debatirle esa última afirmación —dijo Barriss.
—Es verdad. Tu maestra, Luminara, es así y no puedo hacer nada para cambiarla —agregó Fawer con un gesto sarcástico y amable.
*********
Volviendo al presente…
Ya de noche, tienda de Barriss Offee…
«No, no, no. Otra vez no. Por favor. No quiero volver a Geonosis» exclamó la mirialana en sus pensamientos mientras soñaba.
Ella volvió a esa horrible arena, rodeada de geonosianos y de decenas de droides de batalla, no. Cientos, no. Miles de ellos.
En pocos minutos vio como cientos de jedi, padawans, caballeros y maestros, personas con las que había interactuado y socializado, morían en cuestión de minutos, no. Minutos no.
Segundos.
«No, no, muerte, sacrificio, sacrificio, las fábricas, Ah… Ahsoka» gimió ella.
En la penumbra de sus pensamientos, volvió a estar en la segunda oleada de la República sobre Geonosis, reviviendo otra vez ese fatídico día en el que casi muere al lado de Ahsoka dentro de un tanque, enterradas sobre los restos de la fábrica de droides controlada por Poggle, el menor.
«No, no. Ahsoka. Yo… yo no quise… no» dijo.
Y revivió su pesadilla al ser controlada por un parásito geonosiano que había infectado su nave y como casi había matado a Ahsoka en el proceso.
«Muerte, demasiada muerte… muerte y destrucción» murmuró y vio su misión junto a Jeron en Telos IV, cuando una guerra civil había estallado en el planeta y los jedi fueron llamados a intervenir… con resultados desastrosos cabe aclarar.
«Basta, basta por favor, por favor. No quiero más sufrimiento, no quiero más dolor. Ya he sacrificado demasiado» suplicó la padawan en su cabeza.
«No todo, querida, No todo», sentenció la sombra que habitaba dentro de ella.
Capítulo 4: Conflictos
Muchas semanas más tarde…
Continente del sur, Qulan…
Centro de mando…
—El almirante nos lo ha confirmado —exclamó Luminara Undulli frente a los hologramas de los dos padawans—. La flota separatista se ha retirado del sector. Ahora, nosotros controlamos el espacio aéreo de este planeta.
—Esas son… buenas noticias. Hemos asediado la capital durante días —dijo el espectro holográfico de Barriss Offee—, sin mucho éxito. Su milicia está muy bien equipada y entrenada.
—Es de esperarse —agregó Fawer—. Tan lejos del Núcleo galáctico y dueños de un recurso muy valioso, los locales tuvieron que aprender a defenderse por sí mismos de piratas y de otras amenazas.
—Prácticamente ya no quedan ejércitos droide en este planeta. Los despedazamos a todos —afirmó Jeron—. No había tantos como esperábamos.
—Por eso es nuestra mejor oportunidad para realizar otro asalto a la capital —añadió Luminara—. Una vez que reciban los refuerzos, estarán listos para otro ataque.
Luminara no parecía haber notado el malestar en el rostro de su pupila al terminar de hablar.
—Eh, generales, comandantes disculpen por interrumpir pero estamos recibiendo otra transmisión —dijo el sargento Rufus.
—¿Otra transmisión? ¿De dónde? —preguntó Fawer.
—Parece que procede de… de la capital enemiga, general —contestó el clon.
Todos los jedi se miraron entre sí, sorprendidos por esa noticia.
—Retransmítelo —pidió Luminara.
El soldado obedeció y en pocos segundos apareció la imagen holográfica de un hombre humano, de unos 60 años, vestido en una inmensa túnica azul-roja, carente de pelo sobre su cabeza.
—Es un mensaje pre-grabado —aclaró Rufus.
—((Generales jedi. Permítanme presentarme: Soy el magistrado Talion, jefe del gobierno libre de Qulan —exclamó el holograma—. Como ya sabrán, la flota de nuestros aliados separatistas ha sido derrotada y nos encontramos peleando solos contra su ejército. Tenemos pocas chances de éxito por no decir ninguna. Por eso, propongo que envíen delegados a mi ciudad capital para llegar a un acuerdo sobre nuestra posible capitulación. Como gesto de buena voluntad, he ordenado a mis tropas en el sur que dejen de atacar a sus soldados. Solo quiero poner fin al sufrimiento de mi pueblo. Por favor, no desconfíen de mis intenciones. Talion, fuera)).
Hubo un breve silencio… por no decir incómodo una vez que el mensaje finalizó.
—¿Hemos comprobado la identidad de este hombre? —preguntó Luminara.
—Sí, general —dijo el clon Rufus—. Talion es el líder de Qulan. Fue elegido por primera vez hace 8 años. Ahora se encuentra al final de su segundo período.
—Mmm. Vale la pena intentarlo ¿No creen? —dijo Fawer.
—Parece que habló con honestidad, maestros. Si quieren y con su permiso, me gustaría ser uno de esos delegados —expuso Jeron.
—Podría ser una trampa, un engaño mientras planean su siguiente movimiento en nuestra contra —advirtió Undulli.
—Tal vez, tal vez no. Pero si hay una forma de acabar este baño de sangre sin derramar más de ella, entonces debemos intentarlo —replicó el jedi quarren.
Barriss por primera vez desde que había comenzado la campaña, por alguna razón, se sentía cómoda, se sentía realmente como una jedi.
—Jeron y yo iremos a Qulan para hablar con Talion —agregó Fawer—. Usted quédese aquí, maestra Undulli junto con…
—No quiero contradecirlo, maestro Fawer —interrumpió Barriss—, pero también me gustaría acompañarlo a usted y a Jeron a la capital.
—Por supuesto. No veo por qué no —le respondió Fawer.
—No lo sé. ¿Estás segura Barriss? Si algo malo pasa, debes comandar las fuerzas del norte. Yo no puedo estar en todos lados —dijo Luminara.
—Con todo respeto, maestra. Usted puede ocuparse del norte y dejar a los comandantes clon a cargo del sur. Son capaces de valerse por sí mismos —contestó la padawan desafiando a su maestra.
Undulli frunció el ceño ante la propuesta de su aprendiz, una propuesta atrevida.
Luminara no recordaba a Barriss siendo tan «rebelde» y «desafiante».
Ella había cambiado.
—Muy bien. Puedes acompañar a Jeron y al maestro Fawer. Nos veremos dentro de un par de horas, padawan —exclamó la jedi mirialana.
Tras decir eso, la conexión se cortó y los hologramas se desconectaron.
Luego, Luminara le dedicó una mirada fulminante a Fawer.
—Algo me dice que tú y Skywalker han comenzado a inculcarle a mi padawan enseñanzas «poco normales» —ella dedujo.
Fawer solo respondió con una pequeña carcajada.
—Ahí es donde te equivocas, Luminara. Yo no le he enseñado a ser rebelde. Es ella quien está aprendiendo por su cuenta.
*********
Mientras tanto…
En la capital de Qulan…
En una oficina a puertas cerradas…
—El inútil de Talion ha propuesto un alto al fuego y parece que los estúpidos jedi han aceptado. Dentro de poco estarán aquí para negociar nuestra rendición —exclamó furioso un hombre humano, luciendo un fino bigote y caras y extravagantes ropas sobre su cuerpo.
—¿Nuestros «negocios» peligran? —preguntó el holograma emitido por un haz de luz sobre la mesa.
—Eso creo. Si Talion logra negociar una rendición justa, el bacta no será monopolizado por la República y por ende por…
—… por mí.
Hubo un silencio atroz en la oficina mientras el fantasma holográfico parecía meditar para sí mismo. Luego dijo:
—Hablaré con el canciller. Él sabe que la ley de regulación de recursos estratégicos debe cumplirse. Eso fue lo que se aprobó en el senado.
—Pero… pero, senador Nuwar… Si Talion llega a descubrir nuestro acuerdo, si los jedi llegaran a…
—Tranquilo, amigo mío. A lo que a mí respecta, Talion es un líder separatista y las cortes de la República no moverán un dedo si algo terrible le llegara a pasar. Por otro lado… —la misteriosa figura sonrió de manera macabra—… los jedi sirven a la República. Son los ejecutores personales del canciller. Créame, no son más que nuestros esclavos.
—Eso… eso espero, senador.
*********
Horas más tarde…
En el campamento del norte…
—¿Estás listo, padawan? —preguntó el maestro Fawer.
—Eso siempre, maestro —respondió sin titubeo Jeron.
—Jajaja. A veces no sé para qué pregunto. Cosa de gente mayor será, supongo —dijo el quarren.
Cerca de ellos, se encontraba la otra pareja de jedi.
—No dudes, Barriss —le dijo Luminara.
—Así lo haré, maestra.
—No confíes en tus instintos. Ellos pueden engañarte. Solo confía en la Fuerza.
—No le fallaré, maestra.
—Y recuerda: Piensa antes de actuar. No tomes decisiones precipitadas.
—Como usted diga… maestra.
—Muy bien —Luminara posó su mano con delicadeza sobre el hombro de su aprendiz, quien se vio sorprendida por el gesto de su maestra—. Perdón si soy muy exigente contigo, Barriss. A veces se me olvida que ya puedes valerte por ti misma. Creo… creo que estás destinada a ser una gran jedi.
Barriss casi se rompe de la emoción por dentro al escuchar eso. Su maestra rara vez le dedicaba un elogio ya que los elogios en exceso podían crear orgullo y el orgullo podía llevar al lado oscuro.
Sin embargo, al responder, Barriss lo hizo de la manera más natural y tranquila posible:
—Todo gracias a sus enseñanzas, mi maestra.
Mientras decía eso, la padawan hizo una reverencia.
Luego de un rato, los tres jedi partieron en un pequeño transporte hacia la capital enemiga, ignorantes de los graves conflictos que se avecinaban.
Capítulo 5: No de un jedi
Capital de Qulan…
Palacio gubernamental…
—Magistrado Talion, Aquí están los delegados de la República: el maestro jedi Fawer y los comandantes Jeron Seniar y Barriss Offee.
En el gran salón, rodeado por muchos guardias, los tres jedi se acercaron tímidamente y con cuidado a la figura de su anfitrión.
—Es un placer conocerlos al fin, generales jedi —exclamó Talión acercándose al grupo de tres.
—El placer es todo nuestro, magistrado —respondió Fawer.
El grupo fue conducido hacia una mesa donde los jedi se sentaron de un lado y Talion del otro.
—Bueno, a lo que venimos. Como ya saben he decidido abrir negociaciones con ustedes para poner fin a este conflicto sobre mi pueblo.
—Entendemos, magistrado y créame, estamos tan deseosos como usted de firmar la paz.
—Por supuesto, pero primero: Me gustaría poner algunas condiciones sobre la mesa antes de concretar la capitulación.
Los tres jedi se miraron entre sí, un poco sorprendidos por las palabras de su opuesto.
—¿Qué clase de condiciones? —preguntó Jeron.
—Son tres y solo tres: Que Qulan conserve la integridad de su gobierno sin intervención de la República; Que nuestras milicias no sean desarmadas y disueltas y por último pero no menos importante: que Qulan mantenga la exclusividad de la explotación del bacta sin la intervención del senado galáctico. Eso es todo —explicó rápidamente Talion.
—Esto que usted pide, señor magistrado —comenzó diciendo Fawer—, quizás no sea posible.
Talion y muchos de sus guardias se miraron petrificados y un poco desanimados por esa respuesta.
—¿Por qué lo dice, maestro jedi? —preguntó el magistrado.
—Estoy seguro de que la República no disolverá el gobierno de este planeta pero respecto al mantenimiento de su ejército y el control del bacta, no creo que el canciller Palpatine o el senado acepten esto —expuso el jedi quarren—. Son temas muy delicados.
—Estoy al tanto de que Palpatine ha estado tomando el control de las fuerzas de defensa planetarias pero creo que puede hacer una excepción.
—Tal vez pero ahora mismo estoy llevando a cabo estas negociaciones sin la autorización del Alto Consejo o del canciller. Así que incluso si acepto sus demandas, no estoy seguro de si ellos las aprobarán —afirmó tajantemente el maestro jedi.
Talión se levantó de su asiento bruscamente.
—No pienso usar mis tropas contra las suyas en caso de mi capitulación. Por otro lado, el bacta que nuestras compañías producen nos pertenece. Los míos merecen exportar los frutos de nuestra tierra —comentó salvajemente el líder separatista.
—Lo entiendo perfectamente, magistrado.
Hubo un brusco y letal silencio. Luego, Talion dijo:
—Parece que ninguno de los dos está dispuesto a ceder, maestro jedi. Tal parece que ahora tiene que quedarse aquí conmigo como mi prisionero junto a sus acompañantes.
Los jedi no tuvieron que alzar la vista para saber que ahora todos los guardias estaban apuntando sus armas contra ellos.
Barriss y Jeron movieron rápidamente sus manos hacia sus respectivas cinturas para tomar sus sables hasta que Fawer los detuvo a ambos con un gesto.
—No opondremos resistencia, magistrado —dijo.
—Eso espero. Entreguen sus armas, por favor.
Y eso hicieron. Los tres entregaron sus sables de luz a uno de los guardias, quienes luego los escoltaron por un pasillo.
—¿Eso es todo? ¿Nos damos por vencidos? —cuestionó Barriss en voz baja.
—¿Quién dice que me he dado por vencido, padawan Offee? —Fawer le hizo un guiño con su ojo—. Solo estoy… trabajando sobre la marcha.
Offee, tras escuchar esas palabras, y un poco confundida luego buscó con su mirada a su compañero padawan quien simplemente le respondió:
—¿¡Acaso te olvidaste!? Así es él.
*********
Mientras tanto, en el campamento de la República…
—Hmmm. Seguro de esta estrategia no estoy —confesó el holograma de Yoda.
—Yo tampoco estuve de acuerdo pero es inútil oponerse al maestro Fawer sabiendo que igualmente lo hará —comentó Luminara al fantasma holográfico.
—Me temo que él desconoce los problemas que han acontecido en Coruscant con sus «negociaciones» —exclamó la holo-imagen de Mace Windu.
—¿A qué se refiere? —preguntó intrigada Undulli.
—El senado se está inquietando y pronto habrá escasez de bacta en varios sectores. Nos reunimos con el canciller y él apoya una solución rápida y dinámica a este conflicto. Sí sus negociaciones fracasan…
—Adelantarnos no debemos. Inexperto el maestro Fawer en estos asuntos no es. Pero algo o alguien moviendo los hilos de este conflicto planetario está —advirtió el gran maestro.
—La pregunta es: ¿Quién? —agregó Luminara.
*********
Algunas horas más tarde…
En una habitación sellada, en la capital de Qulan…
—Algo me decía que esto ya era una trampa desde un inicio —dijo Barriss con un tono pesimista.
—Y no tenemos nuestros comunicadores para hablar con Undulli. Esto no pinta bien —agregó Jeron.
—Paciencia, jóvenes. Si el magistrado nos hubiera querido matar, ya lo hubiera hecho —comentó el maestro Fawer.
—Pero, maestro. Ellos tienen nuestras espadas y estamos encerrados aquí. Él ahora tiene los medios para matarnos de una rápida y sencilla —insistió la padawan mirialana.
—No haremos nada. ¿Está claro? —ordenó el jedi quarren.
Tanto Barriss como Jeron asintieron en silencio.
De repente, las puertas de la habitación se abrieron y los tres se pusieron de pie rápidamente.
—El magistrado quiere verlos, jedi —exclamó el guardia.
—Por supuesto. Guíenos hacia él —dijo cortésmente el quarren.
Los tres fueron escoltados de ahí flanqueados por otros 10 guardias, todos armados hasta los dientes.
—Maestro Fawer —comenzó diciendo Barriss en voz baja—, ahora sería la oportunidad perfecta para escapa…
El quarren volteó su cabeza y Barriss tuvo su respuesta.
—Al menos lo intentaste, ¿verdad? —le dijo Jeron de manera graciosa.
*********
En el campamento republicano…
—General, una nave se aproxima —alertó uno de los soldados.
—¿Aliada o enemiga? —preguntó Luminara.
—Tiene baliza de la República, general. Pide permiso para aterrizar.
Luminara dudó por unos instantes pero luego dio el visto bueno para darle permiso.
En pocos segundos, la nave misteriosa aterrizó y su rampa de embarque se abrió hacia abajo, dando paso una figura humana que caminó rápidamente hacia la superficie.
Luminara se mantuvo en alerta.
—¿Quién está a cargo aquí? —exigió saber la misteriosa persona.
—Yo. ¿Quién pregunta? —exclamó Undulli.
—Oh, gracias a la madre de lunas, un jedi. Qué bueno que está aquí. Necesito decirle algo —dijo ese hombre.
—No escuché su nombre.
—Ah, sí claro. ¿Dónde están mis modales? —Cuando el polvo se disipó, Luminara pudo ver que el hombre en cuestión lucía un refinado y elegante bigote y portaba consigo ropas muy caras y extravagantes—. Soy Greger Adlur, primer ministro del magistrado Talion.
—¿¡Eres su primer ministro!? ¿¡Qué haces aquí, entonces!? —exigió saber el sargento Rufus.
—Esperen, esperen. Yo no tomé la decisión de separarnos. Ese fue Talion. Yo siempre fui leal a la República aunque él me obligó a ocultar mi opinión —respondió.
—¿Y por qué está aquí? —cuestionó Luminara.
—Soy el portador de malas noticias. Talion es… es un fanático voraz y ha llevado a mi pueblo hacia la miseria y la perdición, todo por su fanatismo separatista. Temo que ha perdido la cabeza y ha… y ha matado a sus amigos.
Luminara apenas pestañeó, apenas respiró. Fue como si hubiera chocado contra una pared y hubiera despertado en medio de una tormenta en el mar.
—¿Qué? —fue lo único que pudo salir de su boca.
—Talion los engañó. Las negociaciones fueron una trampa desde el principio, para despistar a la República y mejorar las defensas de la capital —afirmó el hombre del bigote—. Deben atacar ya.
—¿Cómo sabemos que esto no es un truco? ¿Cómo sabemos que eres de fiar? —exclamó el clon Rufus moviendo su blaster como signo de advertencia.
—Llamen a Coruscant. El canciller y el senador Nuwar pueden responder por mí —contestó el humano.
El clon no hizo nada. Solo miró a la maestra jedi para seguir sus instrucciones.
Asintiendo con la cabeza, Luminara envió a Rufus para comunicarse con la capital galáctica. Luego, volvió a girar su cabeza hacia donde estaba el extraño.
—¿Ellos… ellos sufrieron? —preguntó.
El hombre se agitó un poco por esa pregunta pero luego dijo:
—Ehm, bueno, como decirlo adecuadamente. Yo… yo no los vi morir pero escuche a Talion dar la orden y a los guardias corriendo para exterminarlos. Sin embargo, me… me —el hombre se aclaró la garganta—… me temo que desconozco los detalles de su fallecimiento.
Luminara bajó la mirada y deseó que los tres hayan alcanzado la paz en la Fuerza.
—Ah, em, general. Creo que debería ver esto —llamó Rufus a la distancia—. Es Coruscant.
*********
En la capital de Qulan…
Luego de caminar por un buen rato, los tres jedi atravesaron una puerta hacia lo que parecía ser un gran jardín.
Para su sorpresa, los guardias se detuvieron en seco y los dejaron solos en el jardín, con ellos quedándose del otro lado, viendo como se cerraba la puerta. Los jedi se habían quedado completamente solos.
—¿Esto no les resulta raro? ¿Por qué nos dejaron sin escolta? —se preguntó Barriss.
—No sé pero siento que esto no es lo que parece —le respondió Jeron.
—Nunca nada es lo que parece —comentó Fawer antes de dirigir su atención a la figura humana que yacía enfrente suyo observando una de las plantas.
—Esperen… Ese es… —decía Barriss.
—… Talion —terminó de decir Jeron.
Los tres se acercaron lentamente hacia él y de forma cautelosa.
—Discúlpenme por mi actuación en la sala —exclamó el separatista sin apartar su mirada de la vegetación del jardín. Los tres notaron que su tono autoritario había desaparecido—. Tenía que mantener las apariencias.
—¿Las apariencias? —preguntó Jeron de un modo amistoso.
—Hay traidores y disidentes en todos lados. Tenía que despistarlos de alguna manera —contestó el político.
—Eso es de esperarse en un líder que lleva a su pueblo hacia la guerra —exclamó hostilmente la padawan mirialana.
—Espera, Barriss —dijo Fawer.
—Entiendo tu desconfianza, jovencita —comentó Talion apartando su mirada de sus plantas—, pero la verdad es mucho más complicada que eso.
—¿Seguro? —Talion notó el tono irónico y sarcástico en la pregunta de Barriss.
—De verdad busco un fin al conflicto. Yo… nunca estuve muy de acuerdo con algunos aspectos de la Confederación, especialmente con algunos de sus líderes militares —explicó Talion—. Pero, solo buscaba la paz y la prosperidad de los míos.
—¿Por eso abandonó la República? ¿Para buscar soluciones en otros lados? —preguntó Jeron con un tono más abierto y comprensivo que su amiga.
Talion asintió tímidamente con la cabeza.
—Este jardín es hermoso, ¿no lo creen? Sus huertos y flores llevan mucho más tiempo aquí que yo. Es nuestra tradición que los líderes de Qulan mantengan y cuiden este lugar. Es nuestro tributo a la naturaleza que tanto nos da —empezó a decir Talion.
Barriss se sintió un poco atraída por esa afirmación.
—¿Qué quiere decir? —preguntó.
—Aquí hay diferentes plantas y especies vegetales unas casi idénticas a otras. Cada una crece a su propio ritmo, a su propia manera —Talion señaló un grupo de ramas repletas de pétalos verdes—. Hay que tener cuidado. Demasiada agua o demasiado sol pueden aniquilarlas y cada una de estas vegetaciones requiere de distintos tratamientos. Como por ejemplo: evitar el contacto con especies depredadoras.
Tras decir eso, Talion señaló a un grupo de ramas secas con esporas rojas, apartadas del resto de las plantas.
—Es necesario mantenerlas alejadas del resto para evitar que avancen y maten al ecosistema —agregó el político.
—¿Por qué no las extermina? —cuestionó Barriss.
—Porque simplemente están siguiendo su naturaleza. No puedo hacer que cambien, es verdad pero que actúen de esa manera no es excusa para justificar su erradicación. Simplemente las mantengo apartada del resto y el ecosistema prospera en armonía, en paz y en completo balance.
—¿Adónde quiere llegar? —exigió saber Jeron.
—Piensen en este jardín como si fuera nuestra galaxia. Sin embargo, a diferencia de mi jardín, es difícil afirmar que la galaxia se encuentra en balance —mientras explicaba, Talion acariciaba con ternura una de las ramas de sus plantas—. La República se ha corroído desde el interior y, al igual que una planta invasora, ha comenzado a infectar al resto de planetas, como un cáncer que se expande desde adentro hacia afuera.
—Espere un segundo —interrumpió Barriss—. Fueron los separatistas los que iniciaron esta guerra, no nosotros.
—Y aun así, fueron ustedes los que asaltaron militarmente Geonosis, un sistema planetario soberano perteneciente a la Confederación —replicó Talion.
—Ellos estaban fabricando ejércitos droides —contestó Barriss con hostilidad—. Queríamos terminar esta guerra antes de que comenzara y así evitar muchas muertes.
—Tal vez sus intenciones fueran honestas joven jedi pero eso no quita el hecho de que ustedes lanzaran la primera piedra. ¿Acaso no crees que los miles de sistemas separatistas no tendrían derecho a sentirse traicionados por ese ataque? ¿Que su soberanía fue vulnerada por un ataque bélico a gran escala? —preguntó Talion irónicamente.
Barris abrió la boca para seguir discutiendo pero se frenó de golpe y comenzó a pensar en lo que le habían dicho.
—Dooku —exclamó débilmente la mirialana—… Dooku es un lord sith. Él es el mal supremo.
—¿Te has preguntado que quizás la mayoría de las personas en la galaxia ni siquiera saben lo que es un sith o siquiera saben de la existencia de la Fuerza? Además, incluso si fuera un sith, ¿por qué a los separatistas debería importarnos? Para nosotros, lo que ustedes llaman «mal supremo», es solo una versión distinta de usar la Fuerza. Nada más —expuso Talion—. Por otro lado, ¿él acaso no está cumpliendo y siguiendo los ideales de su Orden?
—¿Ideales? —cuestionó Jeron.
—Traer paz y justicia a la galaxia. ¿No es eso lo que buscan los jedi? —Talion señaló con su mano a todo el jardín—. Mantener el balance en el cosmos.
—No puede estar hablando en serio —dijo Jeron—. Una guerra es todo lo opuesto a la paz.
—Paz tampoco es que millones de personas mueran de hambre o que por sanciones comerciales tu economía quede en ruinas —señaló el político separatista—… o que por caprichos de un senador tu planeta quede aislado de las rutas comerciales.
Hubo un silencio brusco e incómodo.
—¿No han viajado al Borde Exterior? ¿No han visto la miseria que allí ha surgido? —comentó Talion.
—Por supuesto —respondió rápidamente Barriss—. Las injusticias que allí reinan son inimaginables y…
—Y la República no hizo nada —la interrumpió Talion—, ni tampoco hizo nada cuando saqueadores vinieron a mi mundo para robarnos el bacta. Ahora, la República se ha convertido en ese saqueador.
—Pero… —Barriss iba a seguir discutiendo cuando sintió una mano postrada sobre su hombro. Se trataba del maestro Fawer.
—Entiendo su punto, magistrado y tiene todo el derecho de estar enojado por la situación en la galaxia —clamó el jedi quarren.
Talion dirigió su atención al maestro jedi.
—Es verdad que la República ha decaído mucho en los últimos siglos —agregó Fawer—, negarlo sería hipócrita de mi parte pero también es cierto que una galaxia unida es mejor que una partida a la mitad.
—¿Y el precio de esa «galaxia unida» debe ser prosperidad para el Núcleo y pobreza y miseria para el resto? —preguntó sarcásticamente y con un tono serio el político separatista.
—No. Por supuesto que no. Todos los mundos y sus dirigentes deben trabajar juntos para poder alcanzar decisiones que beneficien a todos. La República alguna vez representó ese ideal, ese sueño. Por eso los jedi servimos al senado.
—¿Y ahora? ¿Cómo pueden mantener la paz y garantizar la justicia si ustedes sirven a un gobierno corrupto y decadente? —cuestionó Talion con firmeza.
Fawer agachó la vista como si quisiera ocultar una sensación o un malestar.
—Es… difícil por no decir casi imposible. A menudo he visto nuestros ideales comprometidos por razones «políticas». Tuve… tengo muchos desacuerdos con el Consejo Jedi sobre ese asunto. Tampoco puedo culparlos. Siglos de rigidez y tradición pueden cegar a cualquiera, incluso a los más sabios —confesó el jedi quarren.
—Aún así, sigue peleando por la República —confrontó Talion.
—Hice un juramento pero eso no quiere decir que considere a la República como una fuente de pura luz así como la presencia de Dooku no quiere decir que la Confederación sea un imperio del mal. Yo no lidio en absolutos.
Y empezó a recordar la cantidad de veces que ella y su maestra habían sido enviadas para «pacificar» mundos al borde de un conflicto entre la clase dirigente y los grupos rebeldes que buscaban mejorar. Casi todas las negociaciones por no decir todas habían concluido violentamente.
—¿Y ustedes se salvarán? —la pregunta del magistrado sorprendió a Fawer.
—¿Salvarnos?
—Ese sentimiento anti-republicano que ha germinado en la galaxia ha mutado poco a poco en un sentimiento anti-jedi. Para considerarse una organización independiente, ustedes son casi… «esclavos» del senado o eso al menos es lo que piensa mucha gente.
Fawer no dijo nada. Solo siguió escuchando lo que decía el político.
—Ustedes se han entrelazado tanto con la República que han pasado a depender de ella para todo. Si ustedes triunfan, la República también. Pero si ella falla, ustedes fallan. Y si ella cae… ustedes también. Si la Confederación sale triunfante, su Orden será proscripta o peor.
—Esa… es una terrible posibilidad —admitió el jedi quarren.
Hubo un tenso y breve silencio.
—Pero el ayer y el mañana no importan. Solo el ahora nos importa y ahora mismo usted podría acabar el conflicto sobre su pueblo y evitar miles de muertes —rogó el jedi.
—Solo si se aprueban mis tres condiciones. Solo así capitularé —dijo firme Talion.
—Lo único que puedo hacer es comunicar estas condiciones al Canciller y al Consejo —exclamó Fawer.
El separatista negó con la cabeza y exhaló aire.
—Eso tiene que bastar… por ahora.
—Muchas gracias, magistrado —tras decir esas palabras, Fawer y su aprendiz hicieron una reverencia.
—Creo… creo que esto les pertenece —dijo Talion.
En ese momento, de sus mangas, el magistrado sacó los tres sables de luz.
—¿Nos los va entregar? ¿Acaso no tiene miedo de que lo capturemos o lo tomemos de rehén? —preguntó Barriss sorprendida por el gesto de su contrario.
—Puede que no sean los jedi de antes… pero siguen siendo jedi. Aquí no corro ningún peligro —comentó Talion con una sonrisa.
Tanto Fawer como Jeron agarraron sus espadas sin miedo mientras que Barriss vaciló por unos segundos antes de tomar su sable de luz.
—Espero que tengan suerte con el Canciller —dijo Talion mientras veía como los jedi se alejaban hacia la puerta por la que habían entrado.
—Gracias, magistrado. Que la Fuerza lo acompañe —contestó Fawer con lo que parecía ser una risa formada por su boca de ser acuático.
Los tres salieron del jardín, siendo escoltados por algunos guardias.
—Bueno, eso resultó más pacífico de lo que anticipaba —dijo Jeron sonriendo.
—Sí. Tengo que admitir que no esperaba salir de esta manera —respondió Barriss.
—Esperemos que la maestra Luminara no se haya… —el maestro Fawer se interrumpió y su expresión colorida se borró y una expresión de seriedad absoluta tomó su lugar.
—Maestro. ¿Qué sucede…? —Jeron dejó de hablar cuando empezó a sentir lo mismo que su maestro.
—Eh… ¿Qué ocurre? —preguntó preocupada la mirialana.
—Hay una perturbación en la Fuer… —Jeron no pudo terminar.
Una enorme explosión los mandó a volar a los tres, dejando a los tres jedi semi-inconscientes. Luego de unos breves segundos, los jedi lograron levantarse, solo para encontrarse rodeados de polvo y pedazos de pared desparramados por todos lados.
Los guardias que los escoltaban habían muerto.
—Barriss, Barriss, ¿estás bien? —preguntó Jeron preocupado intentando ayudar a su compañera a levantarse con cuidado.
—Sí, sí —dijo tosiendo por el polvo—. Geonosis fue peor.
Junto con el maestro Fawer se dirigieron al origen de la explosión, que había dejado un inmenso agujero en la pared.
Los tres no podían creer lo que estaban viendo.
—Oh, no —dijo Fawer.
—No puede ser… no puede ser —exclamó Barriss en shock.
*********
Dentro de una cañonera en los cielos de la capital de Qulan…
—Los hemos tomado por sorpresa, general —gritó Rufus mientras disparaba su blaster a los blancos en tierra.
—Concentren el fuego en el palacio de gobierno. Debemos terminar esta guerra aquí y ahora —ordenó Luminara empuñando su sable de luz verde bloqueando y devolviendo los disparos enemigos—. El almirante ha bloqueado el cielo con su flota. Ningún transporte enemigo debe escapar.
Muchos clones ya habían descendido a la superficie y hacían retroceder a la milicia local hacia el palacio.
*********
Dentro del palacio…
—Debemos detener esta locura. Tenemos que contactar con Undulli —dijo Fawer corriendo por los pasillos junto a los padawans.
—¿Cómo? Estamos incomunicados —le explicó Jeron.
—No entiendo. ¿Por qué están atacando? ¿Por qué mi maestra ordenó el ataque? —se preguntaba Barriss en voz alta.
—No lo sé, no lo sé pero debemos contactar al magistrado Talion. Debemos aclarar este malentendido —expuso el jedi quarren.
—Creo que eso será más difícil de lo que parece, maestro —le contestó su padawan al notar a los cientos de soldados que se acercaban a ellos con sus blasters cargados.
—¡¡¡Ahí están!!! ¡¡¡Disparen a los traidores jedi!!! —gritó el soldado líder.
Una lluvia de disparos cayeron sobre los jedi pero tres resplandores: uno verde, otro azul zafiro y un tercero de color cian bloquearon todos los disparos evitando que cualquiera diera en el blanco.
Los tres avanzaron rápidamente sobre los soldados.
—¡¿Tú no querías un poco de emoción, padawan!? —exclamó Fawer.
—No de esta manera, maestro —respondió Jeron mientras repelía los disparos con su sable de luz en forma de cruz.
—Esto no está bien… esto no está bien —se repetía Barriss en voz baja.
*********
A las afueras del palacio…
—La información provista por el ministro Adlur era correcta, general —dijo Rufus mientras neutralizaba a un soldado enemigo.
—Así parece —contestó Undulli empuñando su sable—. Sin embargo, puedo sentir… siento una presencia…
—¿Una presencia? —preguntó el clon confundido ya que la «magia jedi» era un elemento que él no entendía.
—Sí… una presencia familiar… ¿Barriss? —comentó Luminara alzando la vista hacia el palacio.
*********
Dentro del palacio, en una gran sala…
Talion se postró sobre la baranda de su balcón dándole la espalda al salón, completamente destruido y con las paredes desprendidas por las bombas y ataques.
Talion no miró hacia atrás, ni cuando la flota de la República emergió de los cielos de su hermosa capital, ni cuando sus soldados cayeron víctimas de los ataques aéreos.
Solo se quedó mirando su amada ciudad siendo destruida poco a poco, con las columnas del ejército clon avanzando al palacio, cubiertos por el humo y las cenizas de los edificios adyacentes atacados en la invasión.
Incluso viendo ese paisaje, Talion se negó a mirar a las tres figuras que tenía a sus espaldas.
—Magistrado. Venga con nosotros —sugirió el maestro Fawer apagando su sable láser—. Aún no es tarde.
—¿Tarde? Creo que ya es… demasiado tarde —respondió Talion sin desviar la mirada del horizonte.
—No, no lo es. No sabemos por qué nuestras tropas atacaron pero podemos solucionarlo. Podemos evitar una catástrofe —siguió diciendo el quarren.
—No estoy tan seguro, maestro jedi —mientras hablaba, Talion estaba sacando algo de su cinturón, algo que agarró con una de sus manos.
—Espere, espere —llamó Barriss acercándose al separatista—. No tiene que hacer esto. Usted dijo que aún había esperanza, para todos.
—Me equivoqué, jovencita, me equivoqué…
—No por favor, —rogó la mirialana—. No lo haga…
Rápidamente, Talion giró su cuerpo y apuntó con su blaster a Barriss. En escasos segundos, él disparó su arma. Sin embargo, el disparo no encontró la carne sino el plasma de la hoja zafiro de Offee, desviando el disparo hacia su punto de origen, hacia el corazón de Talion.
El hombre solo pudo notar su herida pocos minutos después de su impacto inicial. Intentó decir algunas palabras pero su boca ya no le respondía. De hecho, ninguna parte de su cuerpo le respondía y se derrumbó sobre el suelo.
Barriss se quedó mirando el cuerpo por un buen rato, en shock por lo que había hecho. Luego, apagó su espada y alzó la vista hacia los cielos de la ciudad, aún infestada de naves de la República y cubierta por una inmensa nube de humo y ceniza generada por los incendios de los edificios destruidos.
Ante ese horrible panorama ella solo exclamó:
—¿Qué hemos hecho?
Capítulo 6: Una tormenta silenciosa
Senado galáctico, Coruscant…
Pocos meses después de la batalla de Qulan…
Lux Bonteri había terminado su discurso frente al senado, cubierto por estruendosos aplausos. Aunque había luchado en la guerrilla por mucho tiempo, aún conservaba cierto encanto para la política y todas esas cosas que Saw consideraba «inútiles».
Cuando su plataforma ancló, fue sorprendido por una pequeña multitud de senadores.
—Gran discurso, Lux. Tú madre estaría orgullosa —dijo Padme, representante de Naboo.
—Gracias, senadora Amidala aunque estoy muy lejos de ser la gran persona que ella fue.
—Al menos ya has dado tus primeros pasos. No te subestimes a ti mismo —sugirió Bail Organa, senador de Alderaan.
—En eso tiene razón, senador Organa.
—Vamos, Lux —exclamó Ahsoka—. ¿En serio preferirías estar luchando en la selva, repleta de bichos y lodo a la comodidad de tu palco senatorial?
—Sinceramente, me gustaría tener un blaster en la mano que un datapaad con información sobre «leyes importantes» —respondió Lux sarcásticamente.
—Yo prefiero un sable de luz —dijo una voz masculina—. Son mucho más «civilizados» que un torpe blaster.
Todos se giraron para encontrar el origen de esa voz. Ahsoka no tardó en reconocerlo.
—Vaya, vaya. El maestro Seniar nos honra con su presencia —se burló Ahsoka con una reverencia.
—¿Maestro? Necesitaría la mitad de la edad de Yoda y una gran barba para siquiera ser llamado «maestro».
Jeron se acercó y estrechó la mano de Ahsoka como saludo.
—Veo que aún te estas recuperando de tu herida ¿Eh? Falta de entrenamiento será —bromeó Jeron viendo las vendas que tenía Ahsoka sobre una parte de su cuerpo.
—Jajaja. Muy gracioso. Sabes: Ahora que eres caballero no puedes seguir bromeando de esa manera —le respondió la padawan togruta.
—Por favor. ¿Y el maestro Skywalker?
—Bueno, todos sabemos que Anakin es Anakin. Es diferente a tu caso.
Jeron negó con la cabeza mientras sonreía.
—Lo que tú digas, Soka.
—Ven, permíteme presentarte a Lux, el amigo del que te hablé.
Ahsoka acercó a Jeron al grupo.
—Hola. Un placer conocerte —dijo Lux extendiendo cordialmente la mano.
—Oh, no. El placer es todo mío, senador —exclamó Jeron extendiendo y estrechando su mano con la de Lux.
—Por favor, odio las formalidades. Llámame Lux.
—Muy bien. En ese caso prefiero que también me llames Jeron en lugar de maestro. Es muy tedioso ese término.
—Por supuesto. Sabes: Muy pocos jedi se tiñen el pelo. Es raro ver a uno teñido.
—¿Teñido? —Jeron se rió—. No, no, no, Jajaja. Estás equivocado. No me teñí nada.
—Pero, tu pelo y cejas están verdes.
—Lux —dijo Ahsoka llamándole la atención—. Jeron es hijo de un humano y de una twi’lek.
—Ah, eso lo explica todo.
—Así es —afirmó Jeron—. Puede que mi cuerpo sea una herencia de mi padre pero este pelo, estas cejas y estos ojos son regalos de mi madre.
—¿Acaso los conociste? —preguntó Lux interesado.
—No, no. Los jedi somos separados al nacer para evitar formar apegos con nuestras familias y cercanos —la cara de Jeron se apagó un poco—. Ojalá los hubiera conocido aunque aún siento su presencia a mi lado.
—Debe de ser duro.
—Lo es… lo es.
—Eh, eh, eh —llamó Ahsoka para sacarlos del trance—. No nos desanimemos. Jeron, ¿dónde está Barriss? Creía que iba a venir contigo.
Una vez más, la cara de Jeron volvió a apagarse como si esa pregunta le hubiera privado de su vitalidad.
—Creo… creo Ahsoka —empezó diciendo—… que Barriss prefiere estar sola… al menos por ahora.
*********
Horas antes…
En el patio del Templo Jedi…
La tormenta avanzaba lentamente sobre los cielos de la capital galáctica. Los vientos elevaban las hojas del gran árbol sagrado. En el patio, un grupo de iniciados practicaba las posturas básicas bajo la atenta mirada de Tera Sinube.
El frente de tormenta seguía avanzando rápidamente y el sonido de los rayos retumbaba por todo el patio.
Barriss se encontraba allí, observando al grupo desde lejos, con su capucha hacia abajo, dejando al descubierto su pelo castaño esta vez sin su trenza de padawan.
A ella no le importaba la tormenta, ni las fuertes corrientes de viento fresco que chocaban contra su rostro, ni las hojas que volaban a su alrededor.
Nada de eso importaba.
Barriss no estaba prestando atención a su alrededor. Ni siquiera cuando una figura humana emergió un par de escalones arriba de ella, observándola con detenimiento.
Barriss no giró su cabeza.
—Este lugar… es tan hermoso, ¿no lo crees? —empezó diciendo ella—. Ese árbol ha estado por generaciones y aún persiste, aún vive…
Jeron solo se limitó a escuchar a su compañera.
—Antes, cuando más joven, me gustaba acercarme al árbol, me gustaba sentirlo, me gustaba tocar sus ramas y agarrar sus hojas caídas sentirlas mediante el tacto de mi piel. Ahora… ahora todo es diferente. Ya… ya no siento nada.
Un par de rayos salieron disparados del cielo y el eco de su ruido rebotó por toda la zona.
El viento se tornó más violento y el frente de tormenta comenzó a cubrir lentamente el patio, alertando a Sinube, quien empezó a llevarse a los iniciados hacia adentro. Sin embargo, Jeron y Barriss no se movieron.
—Voy al senado. Ahsoka ha regresado de Onderon y con buenas noticias: El planeta y todo el sector han decidido volver a la República —explicó Jeron.
—Vaya. Que buenas noticias. La República sigue creciendo y fortaleciéndose… con nuestra ayuda —aunque Barriss había hablado seriamente, Jeron no pudo evitar escuchar cierto tono sarcástico de parte de ella, sobre todo cuando haciendo énfasis en la «República» y «nuestra ayuda».
—¿Hay… algo que quieras contarme, Barriss? —preguntó preocupado Seniar—. ¿Algo que te inquiete?
Solo hubo silencio.
Un silencio atroz.
—Sé que los últimos meses han sido difíciles, sobre todo para ti pero sabes que puedes confiar en mí. Si algo te inquieta, puedes hablar conmigo. Soy todo oídos. Y no solo yo. También tienes a tu maestra y a Ahsoka. Sea lo que sea, no lo afrontes sola…
Una vez más, solo hubo silencio. Mientras tanto, el frente de tormenta seguía avanzando engullendo los alrededores y drenando la escasa luz del sol, que se concentró en la posición donde se encontraba Jeron.
Barriss ya estaba cubierta por la manta oscura de las nubes de tormenta aunque un poco de la luz del sol aún se reflejaba en su espalda.
—Gracias Jeron —dijo ella—. En serio. Pero, por ahora quiero meditar… a solas para aclarar lo que estoy sintiendo. Ordenar ideas y pensamientos…
Fue lo único que dijo.
Jeron movió los labios para protestar pero se arrepintió. No pronunció ninguna palabra.
Él respetaría la decisión de Barriss. Él no podía obligarla.
Entonces, giró su cuerpo y se marchó y con él, la pizca de luz que aún había en el patio también se esfumó, dejando a la oscuridad de la tormenta libre para cubrir todo el cielo…
Barriss estaba completamente sola…
… sola para afrontar la terrible tormenta silenciosa que se estaba germinando en su interior…
Epílogo: Lazos rotos
En el presente…
19 ABY, prisión del sector militar de Coruscant…
—Por favor, Barriss —suplicó Jeron—. Déjame ayudarte.
—¿¡Crees que quiero ayuda!? ¿¡Tu ayuda!? —gritó la mirialana.
—Barriss, amiga. Solo quiero entender. Quiero salvarte.
El rostro de Barriss se llenó de furia.
—¿¡Salvarme!? ¿¡Salvarme!? No necesito ser salvada, no estoy en peligro…
—Pero el lado oscuro…
—Ja. El lado oscuro no es el camino hacia la perdición. Es un mal que puede ser usado para el bien.
Ahora le tocó a Jeron mostrar indignación en su rostro.
—¿Bien? ¿¡Qué bien!? ¿¡Poner una bomba, matar a inocentes y apuñalar por la espalda a tu mejor amiga!? ¿De qué clase de bien hablas?
—Podría decirte lo mismo. ¡¡¡Invadir planetas!!! ¡¡¡Ignorar a los necesitados!!! ¡¡¡Servir a los corruptos!!!
Jeron tuvo que bajar la mirada, un poco avergonzado por lo que le estaba diciendo su amiga.
—Tú me juzgas a mí por mis acciones pero quien te juzga a ti… ¿¡Quién juzga a los jedi!? —sentenció la prisionera.
Hubo un breve silencio…
Un atroz silencio…
Jeron, dijo finalmente:
—La historia nos juzgará… supongo.
Otra vez el silencio…
—La historia nos juzgará… a todos —agregó Barriss también bajando la mirada.
Pasaron los segundos, pasaron los minutos…
Ninguno de los dos logró reunir el valor para mirarse a los ojos…
¿Cómo podían? Ambos estaban equivocados y aún así, también tenían razón.
No había entendimiento alguno.
Al final, Jeron se levantó de su asiento y comenzó a alejarse de la celda, bajo la atenta mirada de su antigua amiga.
Entonces, él se detuvo y exclamó:
—Tenías razón, Barriss. Tenías razón… sobre todo pero el camino que tomaste no es el correcto. Espero… espero que encuentres la luz al final de tu sendero.
Otra vez una pausa.
—Que la Fuerza te acompañe, Barriss Offee…
Tras decir eso, Jeron continuó su camino alejándose de la celda de su antigua compañera y, en medio de lágrimas y lamentos, despedía definitivamente esa parte de su vida…
Hizo lo que todo jedi debe hacer llegado el momento: Dejar ir…