Tengo cinco años y me escaparé de casa; odio que me castiguen y que me regañen por todo. Me extrañarán tanto que llorarán por mí y me irán a buscar, y ya no me van a castigar nunca más. Con un crayón dejo una nota en la mesa de la cocina, diciendo que me escapé, que no me busquen, que estaré bien.
Salgo por la ventana de la habitación de mi abuela, que está roncando. Me despido de ella; pues sólo ella me entiende, pero sus ronquidos no la dejan despedirse de mí. Es de día, tengo caminar rápido por el bosque antes que se ponga oscuro y me dé miedo. En mis bolsillos llevo todo lo necesario; mi revista de superhéroes, un chicle, cuatro canicas y una linterna sin baterías.
Mis papás no se dieron cuenta que escapé, soy valiente y no tengo miedo. Quisiera tener un perrito como amigo pero no me dejan tener uno, debo buscar una guarida secreta y debo hacer una fogata como en las películas.
El sol cambia de lugar. Ya no está detrás de mí, ahora está al frente. Eso no me gusta, cuando está al frente se esconde y los grillos salen y los lobos también y los lobos quieren comerme.
Me da hambre; me como el chicle, pero me da más hambre. Regreso a mi casa, mi mamá está en la cocina, y no está llorando. Le pregunto si leyó mi nota y dice que sí: que ella también me ama, pienso que los adultos no saben leer. Prepara mi merienda. Pero le digo que ya soy grande y que ya no quiero merienda, entonces me da brócoli y zanahorias cocinadas.
Mañana escaparé de mi casa de nuevo.
Pero es un secreto.