La libélula cayó en una telaraña, mas la araña no pudo devorarla por el gran tamaño de la que tiene alas; la libélula no puede volar y la araña no puede cazar, las dos están en pausa, inmovilizadas por un problema de gran magnitud. La libélula intenta escapar, pero sólo logra enredarse en los finos tejidos, así pasan dos días completos. Decido que debo intervenir; con mucho cuidado despejo a la libélula de la tela y esta intenta volar, pero sus alas están pegadas entre sí; con dedos temblorosos, comienzo a remover la tela adherida a su cuerpo; es una tarea ardua y difícil, pero después de varios minutos, logro remover por completo todos los hilos. Para mi desgracia, el animalito no se mueve, está vivo pero ya no vuela, me preocupo; temo haberla lastimado, temo haber esperado demasiado tiempo, temo por su pequeña vida.
No tengo idea de qué hacer para que vuele, no tengo idea de qué se alimentan. Consulto una enciclopedia y me entero que comen pequeños mosquitos, la coloco a la sombra debajo de un árbol y espero a que se recupere, pero el tiempo sigue pasando y aún no vuela. Está viva porque mueve sus patitas, pero no vuela. ¿Cómo afronta la vida un ser que pierde sus alas?
Sin mirar atrás, decido marcharme, pero no sin antes verla por última vez, la busco entre la vegetación hasta encontrarla; y la libélula persiste, sus alas están destrozadas, pero persiste a pesar de todo.
Sí, es así se afronta la vida.