PAÍS RELATO

Autores

amber michel

lavanda

Con mi bastón tanteo la realidad; ya que mis ojos no tienen ningún acceso a ella, con mis oídos exploro el mundo; ya que mis retinas lo ignoran, con mis pies imagino el entorno; ya que mi visión no lo capta. Procuro ser cauteloso; no me desvío del camino conocido, así no corro riesgos, así no habrá peligro. Me mantengo en mi rutina; nada es diferente, nada cambia, la oscuridad es mi compañía eterna y ya no me quejo de ello, pero tampoco siento gozo, los días de ruido y tinieblas ya no me sorprenden, ya no me asuntan, yo ya no siento nada. Hasta que mi cerebro absorbe un olor pelicular; no es basura, no es humo, no es comida ni ceniza, en realidad es un aroma: es lavanda… lavanda que liquida mis sentidos (o al menos los que me quedan): me distraigo y me desvío del camino conocido, pierdo mi rumbo, mi bastón no logra tocar nada; mi desconcentración y mi torpeza me alejan de mi trayectoria y comienzo a chocar con personas, paredes e insultos…
—Lo siento, ¡lo siento tanto! —digo con voz quebrada, pero mi cuerpo no deja de recibir golpes y por poco soy tirado al suelo, me empujan y me maldicen, parece que me encuentro en el centro de una muchedumbre implacable y despiadada, estoy completamente perdido, no encuentro la salida.
Hasta que una mano cálida toma la mía, y me conduce hasta un lugar seguro, sin golpes; el aroma a lavanda se intensifica, la calma vuelve poco a poco a mí, hasta que puedo respirar tranquilo, ella me pregunta si estoy bien; tímido le contesto que sí, me cuenta que ella se dirige a la librería, que si quiero acompañarla; le digo otra vez que sí. Toma mi mano y me aferro a ella sin temor; mientras ella me guía, pienso en lo curioso que resulta: en la vida, tenemos que perdemos para rencontrarnos con nosotros mismos… y con quien amamos.