Robé su diario. No me lo había propuesto, de verdad que no, pero cuando la oportunidad se presentó ante mí, no pude desperdiciarla. Estábamos en su habitación y ella se fue un momento al baño. Todo iba bien, hasta que me aburrí y para distraerme, comencé a revisar sus cosas. No había nada interesante que ver, hasta que al abrir la gaveta de su escritorio, me encontré con su diario. Al principio pensé que era una simple libreta pero al abrirla, descubrí decenas de páginas escritas con lapicero azul. Cada página es un día escrito: todos los secretos que ella esconde, están anotados aquí; los pensamientos de la chica que amo, en mis manos, sorprendente. Sin titubeos, lo guardo bajo mi camiseta en el momento justo en que ella entra, me mira y me pregunta que por qué estoy tan pálido. Le doy escusas y me despido apresurado.
Corro hacia mi casa con la sensación de que alguien me observa. No tengo idea de cómo haré para devolver el diario, pero sin duda tiene que ser lo más pronto posible, antes que ella lo busque. Cuando llego a casa, corro de inmediato a la fotocopiadora, abro el diario pero algo llama por completo mi atención: un nombre; escrito muchas veces.
Reviso página por página; de la página más antigua a la más reciente: la de ayer. Para mi desgracia, ese nombre está en todas partes, mientras que mi nombre aparece una o dos veces, a lo mucho. No lo pienso dos veces, tomo el encendedor y la gasolina, voy al patio trasero y le prendo fuego al maldito diario. La tinta azul se convierte en humo, su historia se vuelve ceniza, aprovecho el fuego y tiro también sus fotos y sus regalos baratos.
Ya no tengo que preocuparme en cómo haré para devolvérselo; mi mejor amigo puede comprarle uno nuevo.