Entonces, ¿es así como será? Yo aquí y tú allá; yo en la naturaleza y tú en la cuidad, yo entre libros y tú entre música, lejos, distanciados, por algo más grande que los kilómetros, que los años, que una llamada. No vendrás y yo no podré ir, seguiremos apartados de forma indefinida e interminable, porque parece que es más fácil guardar silencio que decirnos toda la verdad, esa que cabe en una palabra. Pasan los días y los meses, las páginas y las canciones, y seguimos separados, como dos extraños.
Y justo cuando ya estaba resignada, en un día soleado, llaman a mi puerta: no sólo a esa, a la de madera; sino también a la otra, a la que bombea sangre. Me asomo por la ventana y resulta que estás ahí, esperando a que yo abra. Después de tantas noches imaginándote, de tanto verte en sueños y de tanto recordarte en cada detalle de mi existencia, sólo debo abrir la puerta para tenerte en mis brazos.
¿Pero cuál sería el precio a pagar? ¿Qué pasará cuando te vuelvas a marchar? Porque sé que debes marcharte, aunque no quieras. Tienes una vida allá, tienes responsabilidades, tienes trabajo, y sin embargo, aquí estás a la espera. ¿Seguiremos fingiendo? ¿Les diremos a todos la verdad? ¿Enfrentaremos lo que venga? Un sudor frío recorre mi frente, mis manos tiemblan y mis dientes comienzan a castañear, el calor del día me congela, sigues esperando, estás atento a algún movimiento, a algún pequeño ruido, pero no ves ni escuchas nada.
Abrazo mis piernas, la puerta sigue cerrada; podría cambiar nuestras vidas abriéndola, pero no lo hago. La felicidad en grandes cantidades paraliza, y la tristeza en pequeñas dosis consuela. Te marchas; no te queda de otra, sé que estás desilusionado, pues te veo. Lo siento… creí que podrías abrir todos mis candados, pero estaba equivocada; sólo yo puedo abrirlos para que puedas entrar, pero estoy en pausa, no sé cómo hacerlo, el miedo me…
Perdí la llave hace mucho tiempo, parece que la he tirado en aguas turbias; quiero encontrarla pero no está. Lo siento.
De verdad, lo siento.