PAÍS RELATO

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abraham valdelomar

almas prestadas - heliodoro, el reloj, mi nuevo amigo
EL señor Emilio Hilbck; A la señora Josefa Navarrete de Hilbck; Amigos muy distinguidos y cordiales: El reloj en el cual quisisteis fijar la hora, para mí inolvidable y encanta
breve historia veraz de un pericote
QUE concreta en la siguiente carta al protagonista. Muy estimado amigo: Anoche, tres de abril de mil novecientos dieciocho, a las nueve y diez —supongo que esta fecha sea inolv
chaymanta huayñuy
Donde se explica cómo el amor puede conducir al pecado; cómo la mujer incita al amor; cuánta tragedia existe en dos cuencas vacías y cuán noble es el Dolor aún en los más caído
el alfarero
SU frente ancha, su cabellera crecida, sus ojos hondos, su mirada dulce. Una vincha de plata ataba sobre las sienes la rebelde cabellera. Sencillo era su traje y apenas, en la
el alma de la quena
EL Inca, en la terraza, vio caer el Sol, en la paz de la tarde, oyendo la misma melodía que escuchara en el camino la víspera. Había hecho detener su comitiva. Los arabecus int
el beso de evans
I 8 de agosto - 12 m. —ALICE… A… li… ce… Los médicos acercan un espejo a sus labios. La soeur coloca en su pecho un pálido Cristo de marfil. El doctor Barcet abandona el pulso
el buque negro
I NUESTRA casa, en Pisco, era un rincón delicioso: a una cuadra del mar, con una valla de toñuces por oriente, en una plazuela destartalada y salitrosa, desde la puerta se veía
el caballero carmelo
I UN día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer, desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete en bellísimo caballo de paso, pañuelo a
el camino hacia el sol
Se ve al final de esta leyenda señorear sobre las momias sepultas la serenidad; e intervienen en su desarrollo cosas inefables e infinitas: la Fe, el Amor, el Mar, el Crepúscul
el cantor errante
CHASCA avanzaba silenciosamente por el borde de los sembríos. El cielo principiaba a obscurecer. El Sol habíase dormido sobre el mar lejano, y él debía estar en el Castillo ent
el círculo de la muerte
I HARRY Black es riquísimo. Su cuñado es millonario y le dispensa una gran protección. Harry gasta el dinero de una manera alarmante. Una tarde en Harford City remató en diez m
el hediondo pozo siniestro o sea la historia del gran consejo de siké
Donde se habla incidentalmente de Si-Tay-Chong, «el desvergonzado» SIKÉ, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones
el hipocampo de oro
I COMO la cabellera de una bruja tenía su copa la palmera que, con las hojas despeinadas por el viento, semejaba un bersaglieri vigilando la casa de la viuda. La viuda se llama
el palacio de hielo
I —¿QUIERES un cuento oriental en el que pasen caravanas de fetiches sedientos, caballeros en arqueados dromedarios hacia espejismos de plata líquida, o prefieres un cuento rus
el pastor y el rebaño de nieve
I ERA el reinado de Túpac Inca Yupanqui. Ritti-Kimiy, hermano del Inca, era uno de sus favoritos. Usaba flechas y armas iguales a las suyas y departía por las tardes con su nob
el peligro sentimental o sea la causa de la ruina de siké
CUANDO Chin-Fú quedó divorciado, realizó todos los arrozales que constituyeran su heredad y decidió viajar, en compañía de un leal servidor, por todas las aldeas de la China, p
el vuelo de los cóndores
I AQUEL día demoré en la calle y no sabía qué decir al volver a casa. A las cuatro salí de la Escuela, deteniéndome en el muelle, donde un grupo de curiosos rodeaba a unas cuan
finis desolatrix veritae
CUANDO me incorporé tuve la sensación de haber sido animado por una corriente eléctrica. Mi esqueleto estaba intacto y podía mover los miembros sin dificultad, en el trágico pa
hebaristo, el sauce que murió de amor
I INCLINADO al borde de la parcela colindante con el estéril yermo, rodeado de yerbas santas y llantenes, viendo correr entre sus raíces que vibraban en la corriente, el agua f
la ciudad sentimental - un cuento, un perro y un asalto
SI yo os digo: anoche me han asaltado, me preguntaréis todos: ¿quién? A ninguno se le ocurrirá esta pregunta: ¿qué cosa? Porque no se concibe que a un hombre que va a media noc
la historia de una vida documentada y trunca
I Cómo se suicidó Garatúa — Sus memorias — Un capítulo inédito —¡AZAR! —gritó la voz cavernosa del chino. Y su garra, tirante y ávida, enflaquecida por el opio y ciertos pecado
la paraca
I LA Muerte, que tiene llave de todas las casas, y sede en todos los pueblos, no gustaba, al parecer, de San Andrés, la aldea que está al sur de Pisco. Cuando por allí pasaba,
la tragedia en una redoma
BAJO la luz roja del quinqué, hablaba yo con «Aquel» que vive dentro de mí, de esta manera: —Necesito un cuento —le dije. —Mi querido Valdelomar —repuso «Aquél»—, voy a relatar
la virgen de cera
I —EL rey… —¡Siempre cuentos reales!… —Los reyes son los espléndidos y los generosos. En sus cabezas triunfa el oro cincelado y en sus tronos ríen piedras de África. Ellos hace
las vísceras del superior o sea la historia de la poca vergüenza
HABÍA en un lejano rincón de China, allí por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba lecciones de Moral en la Universidad de Pekín, cierta gran aldea llamada Siké, re
los chin-fú-tón o sea la historia de los hambrientos desalmados
CAMINANDO, pausadamente, por la avenida de los melocotoneros y ciruelos que va desde la Gran Portada hasta el sagrado rincón donde se venera, bajo los floridos ramajes, la Gran
los hermanos ayar
EL gran aposento incaico era de piedra, finamente labrado, y sus grises paredes de sillería estaban decoradas por chapas de oro y nichos en forma de alacenas, en las cuales bri
los ojos de judas
I EL puerto de Pisco aparece en mis recuerdos como una mansísima aldea, cuya belleza serena y extraña acrecentaba el mar. Tenía tres plazas. Una, la principal, enarenada, con u
los ojos de los reyes
Donde se ve cómo la mujer induce al Amor y cómo éste puede nublar la clara razón de los más esforzados capitanes. Y que no se debe luchar contra el designio inexorable de los D
mi amigo tenía frío y yo tenía un abrigo cáscara de nuez
YO quiero más a los animales que a los hombres. Este amor a las bestias no es una generosidad heroica y franciscana; no. Es una simple ecuación afectiva; producto de una lógica
tres senas, dos ases
I DOS amigos me fueron presentados esa noche bajo la luz violeta del Manhattan, en Nueva York: Archibald Scheefer e Irving Winder. Desde el primer instante, toda mi atención fu
whong-fau-sang o sea la torva enfermedad tenebrosa
ENTRE los más graves defectos que ensombrecían el alma de los habitantes de Siké, la gran aldea china que existiera allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio y dictaba l
yerba santa
Novela corta pastoril, escrita a los diez y seis años, en mi triste y dolorosa niñez inquieta y pensativa, que exhumo en homenaje a mi hermano José EL autor a los sencillos lab